De Sospecha de nada (Gramaje
Ediciones, 2014)
Púa
Amiga,
te mataron en la calle
abrazada por el sol de la tarde.
No hubo coronas, no hubo
homenajes,
apenas la mugre que viste las
cunetas,
una botella vieja, unas hojas
secas.
Te mataron y no se constituyó la
escena del crimen,
no hubo tiras ni hubo jueces,
ni siquiera un amigo que supiera
de tu muerte.
Amiga,
ya no estás
pero yo sé que el Sol,
que fue rey y salvador en otra
era,
te llevará a los cielos más altos
donde no hay autos que te pasen
por encima,
donde no hay miedo de salir a la
calle,
donde todavía estás viva.
Eterno retorno
Lo que más
Lo que más me gusta
Lo que más me gusta del fútbol
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se
van
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se
van prematuramente
Lo que más me gusta del fútbol son los futbolistas que se
van prematuramente del equipo
que se van prematuramente del equipo
porque desde ese día
su vida
es un eterno camino
de regreso a casa.
Ser
Ser
un ser humano
de segundo orden,
un simple extra en el sueño de mi vida.
A lo más un libro en la estantería.
Los pájaros
Los pájaros son como los hombres
egoístas, mezquinos,
rechazan a otros de su misma
especie,
pelean su pareja, comida y
territorio,
hablan, cantan, saltan y vuelan,
mueren de pena,
muchos son vegetarianos
o naturistas si comen semillas,
protegen sobremanera a sus crías,
sufren también del complejo de
Edipo,
mueren por desilusiones amorosas,
mueren en la guerra,
mueren atropellados,
son fieles,
son infieles,
algunos son rapaces,
otros comediantes,
mueren de hambre y de frío,
fácilmente, sin razón ni
remordimiento
te cagan, como si nada.
Son pájaros y son como los hombres
con la salvedad de que los
hombres
no tenemos alas.
Casi casi
Cuando se besan
él cierra los ojos
y los abre solo
para sapear,
para saber
si ella tiene
o no
cerrados los suyos.
Chiste
Hay un chiste que no me contaron
hoy,
lo escuché en la calle,
lo vi pasar por la vereda
y colarse en una tienda.
Hay un chiste que cruzó la calle
y se cayó
y todos se rieron,
nadie lo miró a los ojos,
se rieron solos como lobos.
Hay un chiste que está pasando
pero nadie se ríe de él
porque nadie quiere escucharlo.
Sospecha de nada
Hijo mío, te dirán
sospecha de nada en esta tierra,
alimenta al tercer mundo,
haz la cama antes de salir
de la casa.
Ni se te ocurra
–ni por si acaso –
levantar falso testimonio
ni probar cigarros verdes.
La verdad la dirán siempre
esos tíos de la tele,
da lo mismo el canal que estés
mirando,
créele a los que tienen plata
porque saben no más.
No salgas a la calle,
allí dicen mentiras:
las casas de mentira,
los pájaros, los perros,
la gente que te mira
son puras cosas falsas.
No comas sopaipillas
ni cruces cuando hay rojo,
cuidado: la muerte está asechando
en busca de inocentes.
No mires a los ojos
a los niños rebeldes,
a mi no me hagas caso,
no sacas nada
con cepillarte bien los dientes,
siempre habrá en tu boca algo
malo.
Cuídate de los amigos
y de los santos,
su amor te traerá bombones y
pastillas,
y uno que otro orgasmo.
No estudies de tus libros,
cuidado: no te tires tan brusco
en el recreo si juegas a la
pelota.
Solo hay un consejo leal,
hijo mío
que escucharás de tu padre:
“este mundo no es real,
no le creas a nadie,
sospecha de todo
lo que se te cruce por delante,
el destino, sí o sí juega chueco.
Levántate, hijo,
no hay nadie bueno en esta casa
grande”.
De Puertas abiertas (Inédito)
Campana
Hay que boxearle a la vida, viejo
tío
hay que pegarle y darle duro hay
que guapear
hay que moverse ligero, siempre
vivo
hay que clavar la lanceta hasta
el final.
Hay que topársela un día en un
local
y hay que achorarse cuando se
ponga brava
hay que agarrarle las pelotas
como garras
y no soltárselas, que sangren,
animal.
Hay que boxearle, viejo tío,
hacia adelante
hay que romperse los puños en su
cara
y que la muerte nos pille
desprevenidos
solo después que haya sonado la
campana.
Perro
Si en la vida éramos dos perros
nada más
dos perros, ocho patas, dos
cabezas
por qué no fui yo el abatido
perro
el que arrancó de la vida
a la calle de la muerte
que tiene un solo sentido.
Por qué no se quebró también mi
costado
ni sangraron palabras de mi boca,
por qué fuiste tú el enterrado
y no está mi mano meciendo tu
nuca.
Ahora nunca podremos saber
que si en la vida éramos dos
perros,
ocho patas, dos cabezas, dos
colas,
hoy ningún corazón ladra
hoy el agujero de tu vida
todo calla.
La sangre en el tejado
Y la verdad que fue la historia escrita
la verdad fue una misión de
mercado
y la verdad fue una bandera
plantada
donde otro antes ya había
plantado.
La verdad fértil, floreció por
años
y por siglos hasta que un dedo
apuntó
donde otro antes ya había
apuntado.
Y la verdad es que el destino
estaba hecho,
regalada la tierra, vendidos los
esclavos,
delimitado el blanco en el centro
del negro,
chorreada la sangre
donde otro antes ya había
chorreado.
Y la verdad explota en los
hospitales,
y la verdad explota en las manos,
y la verdad explota en las
cabezas,
y la verdad es la sangre en el
tejado.
Todo
Bien lo dice el dicho:
aquí
no ha pasado nada,
aquí
ha pasado todo.
Francisco Martinovich Salas (Santiago, 1987):
Licenciado en Letras Hispánicas por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura por la Universidad de Chile. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2011) y ha publicado los poemarios Lidia (yogurt de pajarito, 2013) y Sospecha de nada (Gramaje Ediciones, 2014). Además es co-editor del libro Obra Poética Juan Marín (Cuarto Propio, 2014). Es profesor universitario, colaborador del sitio web Poesía y Crítica y director del Taller permanente de poesía en Taller Estudio 112.
ORIGEN CROATA:
Los Martinovic (sin “h”) que
llegaron a América del Sur son originales de las regiones de Donji Humac y
Supetar, en la Isla de Brač. Arribaron a la Patagonia chilena a principios de
siglo XX. Mateo Martinovic, nacido en tierras eslavas, fue comerciante en Punta
Arenas y estanciero, dueño de la estancia “Santa María” en la Isla de Tierra
del Fuego, durante el período de la fiebre del oro. Mateo conoció en Punta
Arenas a Juanita Draguicevic, argentina hija de inmigrantes croatas. Tuvieron 4
hijos: Dinko, Katalina, Rosa y Emilio. Este último llegó a Santiago a los 18 años,
escapando de los designios impuestos por su familia que le imponían el camino
de la milicia. Tuvo un hijo (Francisco, en Chile) y una hija (Vani, en
Argentina). Ambos no se conocen personalmente hasta la fecha. Vani tiene dos
hijos (Fausto y Ángel Ciro) y un hija (Victoria). Francisco por su parte tiene
tres hijos (Francisco, José Miguel y Joaquín). Francisco y sus tres hijos
llevan el apellido Martinovich, con “h” al final. Mateo Martinovic murió en
Magallanes. Todos sus hijos fallecieron, siendo el último Emilio, el año 2004
en Argentina.