La isla de Krk se halla situada en el mar
Adriático a poca distancia de tierras croatas. Es el territorio insular más
grande de la zona y hasta la segunda guerra mundial formaba parte de un condado
perteneciente a la familia Frankopan. La capital era Krk y allí los Milohniç tenían
una casa habitada desde el siglo XVIII. En 1943 vivía Mihovil (Miguel) Milohnić
Bogović, casado con Ljubica (Violeta) Roje Kapetanić. Estaba también con ellos
su suegra y la pequeña Višnja, hija del matrimonio. Mihovil había estudiado
leyes y era juez en la ciudad cuando la invasión nazi. Por su talante y, sobre
todo porque su mujer era judía colaboró en la salvación de muchos judíos que
iban a ser deportados. Creó una lista ficticia donde hacía creer que esas personas
eran necesitadas para determinados trabajos y luego les consiguió pasaportes
falsos; de esta manera salvó a mucha gente de ser enviada a los campos de
concentración. La guerra fué muy dura en
Croacia. Además del invasor alemán y dada su cercanía a Italia también entraron
en liza las milicias fascistas. El conflicto degeneró en una guerra civil en la
que también actuaron partisanos comunistas con actos de inusitada crueldad por
ambos bandos.
En estas circunstancias y dado que ya
estaban sufriendo hambre, Mihovil resolvió ir al continente donde podría
encontrar provisiones. Allí fue detenido por unos fascistas que, creyendo que
escondía secretos, lo tuvieron aislado y le dieron la purga (*) - Por todo
alimento se le hacía ingerir aceite de ricino hasta que la persona ya muy
debilitada perdía el control de sus intestinos-.
Mientras tanto Krk había sido invadida por
partisanos comunistas. Los soldados entraron en la casa, que era de las más
acomodadas de la ciudad y se llevaron a Ljubica. La trasladaron a la otra parte
de la isla. En la comandancia la violaron repetidas veces. La tenían atada por
las muñecas con alambre de púas. Querían hacerle confesar que era
colaboracionista.
La niña Višnja se había quedado en la casa
con la abuela y las vecinas le dijeron que su madre estaba muerta, y que la
habían visto flotando por el río con la panza hinchada.
Por una gran casualidad Ljubica pudo ser
liberada. Poco tiempo antes en Belgrado, un agitador comunista, Josip, había
alzado la bandera de la hoz y el martillo en el ayuntamiento de la ciudad. Por
eso se le había condenado a muerte, pero esa sentencia fue conmutada por
Mihovil, que entonces se encontraba allí ejerciendo de juez. Fue al mismo Josip a quien Ljubica se
encontró en la cárcel donde estaba prisionera. El tenía un puesto de
responsabilidad y pudo salvarla. La mujer cruzó descalza toda la isla, en un
invierno particularmente crudo, para volver a su casa y abrazar a su hija.
Mientras tanto Mihovil ya había sido liberado por los fascistas y pudieron
encontrarse todos juntos.
Enseguida tomaron la resolución de
abandonar el país. La madre de Ljubica no quiso abandonar su tierra y los tres
huyeron a Milán con lo puesto, en un momento en que en el sur de Italia estaba
empezando el desembarco de los americanos. Nada más llegar pudieron ver en la
plaza del Duomo (¿) el cadáver de Mussolini y Clara Petacci, su amante,
colgados cabeza abajo mientras eran
escupidos por la gente. En la ciudad
pasaron dos meses; no tenían dinero ni nada que comer. Višnja se desmayaba continuamente.
La comunidad judía de Milán, recordando el favor que les había hecho Mihovil,
les dejaron algo de dinero. Con él resolvieron huir a Suiza. Contrataron el
servicio de un guía que se comprometió a llevarlos a Lugano, pero en un momento
dado y en plenos Alpes los dejó abandonados. Siguieron el camino perdiéndose
repetidas veces y al fin divisaron la frontera suiza. Allí un guardia no les dio
permiso para pasar, pero la niña se puso a llorar suplicando que los dejaran, que,
si no, iban a morir de frío. El guardia se enterneció con ella y al final les dio
el permiso.
En Lugano -ya era el año 44- fueron
internados en un campo de concentración donde malvivían todos los refugiados
que habían podido huir de los países colindantes. El estatuto suizo dejaba
clara su neutralidad, pero la forma de tratar a la gente fue inhumana. Pasaron varios meses. De vez en cuando
aparecía por el campo personas que con buena intención procuraban ayudar a la
gente. Una de ellas fue Dora, mujer bien situada, que entró en contacto con la
familia Milohniç debido sobre todo a la simpatía que sintió hacia la niña. La
mujer que vivía sola, se encariñó con ella y la sacó del campo de
concentración. Empezó a pagarle los estudios en un colegio privado de la ciudad
donde la Višnja pudo empezar a olvidar los horrores que le había tocado vivir.
La idea que tenía Dora era la de adoptar a
la niña. Se lo planteó a sus padres, añadiendo que habría para ellos un buen
estipendio económico. Pero ellos se negaron en redondo; habían pasado muchas
penalidades para salvar a su única hija y no iban a entregarla, así como así. Ante esta negativa, Dora, aunque siguió
portándose bien con la niña, la inscribió en un internado de monjas en que la
disciplina era bastante dura. Allí estuvo un año hasta que acabó la guerra y
sus padres pudieron salir.
Con su casa incautada en Krk y una Europa
destruida el matrimonio no quiso volver a Croacia y se planteó una nueva vida
en América. Pero ¿Por qué Chile? Hacía un tiempo el padre de Ljubica había
viajado y se había establecido en Antofagasta contratado por un croata
enriquecido con el ganado. Allí vivió una temporada en la que ganó bastante
dinero, pero no le gustaba ese modo de vida tan salvaje y se volvió a Europa,
aunque allí dejó a su hijo mayor, hermano de Ljubica, que se había establecido
allí creando una familia. La
decisión estaba clara.
En 1948 la familia Milohniç zarparon de
Europa en barco. El dinero que pudieron conseguir para la travesía y la
estancia fué un préstamo que les volvió a hacer la comunidad judía de Milán.
También hay que decir que, en agradecimiento, esa misma comunidad propició que
se plantara un árbol a nombre de Mihovil Milohniç Bogović en el Patio de los
Justos en Jerusalem.
El resto de la historia deberá ser contada
en otra ocasión.