Lana Derkač
Alambre
(Žica)
Trato de contar
cuántos propósitos tiene el alambre.
En Auschwitz lo he
visto puesto en cercados demoníacos y largos.
Un coffee to go, oigo la madre cuya voz
está colgada
del alambre con la
llave de la puerta de la casa.
Ella sabe que hay que
tener las cosas bajo control
y no está bien cuando
se dispersan.
Miré a mi padre como
corta la hierba.
Se movía lentamente y
de vez en cuando bebía
el café que mi madre
le ha traído del centro comercial.
Le tuve envidia a la
hierba por su independencia.
Desde su origen se
negó a ser socia del alambre.
Las familias son
diferentes.
Todas ellas compran
alambre.
Mientras entran con
él a los patios cercados,
sin notarlo lo siguen
y creen en él.
Pero, a veces pienso
que las mujeres que cultivan el huerto
en realidad, no ven
las hortalizas.
Me parece que
extienden el alambre para la esperanza
como sí esta fuera
una planta trepadora.
Y no arveja.
El alambre me baja
hasta los senos,
en verdad, fino y
plateado y la gacela que cuelga de él, soñé,
se multiplica.
Y todo su rebaño en
la noche salta la literatura mundial,
asimétricamente
dispersa por la alcoba.
Durante el día pienso,
qué actitud tiene Dios hacia el alambre.
¿Lo usa Él también
mientras en su mano
de mecánico
sostiene una comunidad
o un paisaje desajustado?
La vida de las letras
(Život slova)
El poeta denuncia a
las letras y su carácter triple.
El carácter de los
animales, mientras los domestican todavía es salvaje.
El carácter de la
planta cuando se trasplanta al papel y ella deja en él tenues raíces
con las que hasta
hace poco agarraba el cielo, las montañas,
hierbas, el olor a
curry, el sabor a pimienta, el eco.
Algunas letras echan
raíces en las mandíbulas de la historia,
como la muela.
Si ya no ajustan
cuentas, contaría
cuántos dientes en
general tiene la historia.
Las letras crecen en
el papel,
a veces bastante calmadas,
de vez en cuando salvajes y de rostro colérico,
agarran el globo
terrestre.
Si no hacen un
movimiento erróneo,
rastreando entran al
hombre y
rastreando salen de
él
como un pensamiento
del que él se apropia.
Así que a él le
pertenece su carácter.
Empiezan a mover las
cosas hacia la metáfora
en vez de piezas,
hablar sobre las rebeliones
alegóricas de los pájaros,
de la suavidad de la
nieve.
De la flexibilidad
del río que dobla la columna y vuelve
su cauce, siguiendo
fielmente la personificación.
El poeta quien
demostró que las letras se parecen a los seres vivos,
ya no las puede
observar bien porque lo han ocupado totalmente.
Hablan desde él:
En el jardín crecido de hierba han dejado las escaleras que llevan al
cielo.
Cuando me escondo detrás de los setos y espero lo suficiente,
veo como por ellas salen Todos los santos
a un supermercado abandonado con
frutas, insectos y pájaros.
Las ramas de los árboles reemplazan los estantes.
Subo a las escaleras y observo el monótono cielo azul.
Me interesa si Dios
hará que en los picos de los pájaros
las letras se hagan sonoras.
Los huesos del silencio
(Kosti tišine)
El silencio también tiene
huesos.
Me interesa ¿qué sonido
tienen?
y ¿cuánto reuma
pueden acumular?
Cuando encuentro una
fosa común
en el campo,
alabo la bondad de
los pájaros
que con su canto
revisten los huesos
encontrados
como un nuevo tejido.
El buen verdugo
(Dobri dželat)
Soy el servicio de la
casa de la melancolía.
Me preocupo de que
coma, de que tenga la ropa de cama planchada,
las mantas lavadas.
Refresco y limpio su
espacio,
hasta le canto.
Me alivia cuando
alguna película o pradera me atraen
y alejan la
melancolía,
mi amante promiscua.
O cuando me seduce la
somnolencia y su anestesia.
La mañana soleada que
del Este trae las caravanas.
Cuando la abundante
luz cae por el patio como polvo,
la realidad ya no es
aguda.
La mañana es un buen
verdugo.
Mutila la melancolía,
pero ella revive como
super héroe.
La melancolía es la
emulsión con que está envuelto el día.
La manta que bajaron
los demonios drogados.
La mañana soleada es
la caja de primeros auxilios.
Quiere quitarle a la
melancolía los botones del ascensor
tirarlos del
subterráneo, del subcutáneo.
Pero, no sé cuál de
ellos me
ha escondido las flores
de algodón en la almohada.
Por un momento
observo la mañana soleada.
Y luego la
melancolía.
Hela aquí, va a pie.
A través del cielo
deja la larga sombra
de sus pies.
La copa del árbol
(Krošnja)
El cielo es una copa
de árbol gigante que cuelga sobre nuestras cabezas.
Parece que todas las
estaciones climáticas en ella tienen
la misma raíz, sólo
que está vuelta al revés,
igual que el azul que
aquí sirve en vez del verde.
Por el momento la
sostiene el antiguo Dios eslavo Perún,
por el momento Mitra,
el Dios del Sol persa
y con ella tan
revuelta
como si fuera un ramo
de pensamientos,
despreocupadamente
está parada la antigua diosa greca de la lluvia Diona.
Si los Dioses son
como los gigantes,
pueden sostenerlo con
una mano,
apoyado en la cadera.
Pero, a diferencia de
la decoración floral,
desde el vasto ramo
azul se precipitan los pájaros.
Cuando alguno vuela,
parece un broche
que se descuelga.
El cielo de diciembre
de vez en cuando
cubre las novias
que roban la blancura
a la nieve.
Una de ellas justo
ahora sale de la casa
y entra al horizonte;
desaparece,
falsificando la nieve
en su vestido.
El crecimiento del paisaje
(Odrastanje
krajobraza)
Las cuencas pueden
servir como un fiel reemplazo
del ojo de aguja
cuando las lluvias pasan entre ellas,
el río como hilo.
Cuando lo hacen por
primera vez, pensaría
que han hecho una
invención. ¡Un hilo efervescente!
Pero, no es así;
todavía no existía el hilo corriente,
sólo sí se toma en
cuenta el hilo del cuento,
el hilo de la
existencia.
El antiguo paisaje es
ejemplo obvio del engaño.
En la edad de un
recién nacido, a causa de un fuerte chubasco,
parecía canoso.
Mientras el vapor de
la cocina de vez en cuando
se añade a la
evaporación invisible en la naturaleza,
a la evaporación invisible
del río que prudentemente sale
del raro y largo ojo
de aguja
mi madre se queja de
que duerme cada segunda noche.
No sabe por qué.
Mientras ella habla,
menciona los días pares e impares,
el vapor caliente
toma el papel de la madre
y en vez de ella
invita a la cena.
Nota sobre la autora:
Lana Derkač (Požega, 1969) se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras en
Zagreb. Escribe poesía, prosa, dramas y ensayos. Recibió varios premios; sus
obras han sido incluidas en antologías, panoramas y anuarios en Croacia y en el
extranjero. Ha participado en diferentes festivales poéticos – El Festival Internacional
de Poesía (Croacia), El Verso en la Región (Croacia), Las Noches Poéticas de
Struga (Macedonia), Curtea de Arges Poetry Nights (Rumania), Kuala Lumpur World
Poetry Reading (Malesia), Kritya (India), La Feria del Libro de Guadalajara
(México), Lirikonfest (Eslovenia), International Poetry Meeting (Chipre),
Festival International et Marche de Poesie Wallonie – Bruselas (Bélgica),
Encuentro Poético en Mdiqu (Marruecos), Stockholm International Poetry Festival
(Suecia), Festival Internacional de la Poesía Esclava (Rusia), Las Noches Poéticas
de Ratković (Montenegro)…Sus textos han sido traducidos a 18 lenguas (inglés,
español, francés, árabe, sueco, alemán, italiano, ruso, polaco, húngaro, checo,
albanés, macedonio, oriya, malayo, rumano, búlgaro y esloveno).
Traducción del
croata: Željka Lovrenčić