martes, 24 de noviembre de 2020

TEXTOS DE LA POETA CROATA LANA DERKAC

 


Lana Derkač

 

Alambre

(Žica)

 

Trato de contar cuántos propósitos tiene el alambre.

En Auschwitz lo he visto puesto en cercados demoníacos y largos.

Un coffee to go, oigo la madre cuya voz está colgada

del alambre con la llave de la puerta de la casa.

Ella sabe que hay que tener las cosas bajo control

y no está bien cuando se dispersan.

Miré a mi padre como corta la hierba.

Se movía lentamente y de vez en cuando bebía

el café que mi madre le ha traído del centro comercial.

Le tuve envidia a la hierba por su independencia.

Desde su origen se negó a ser socia del alambre.

Las familias son diferentes.

Todas ellas compran alambre.

Mientras entran con él a los patios cercados,

sin notarlo lo siguen y creen en él.

Pero, a veces pienso que las mujeres que cultivan el huerto

en realidad, no ven las hortalizas.

Me parece que extienden el alambre para la esperanza

como sí esta fuera una planta trepadora.

Y no arveja.  

 

El alambre me baja hasta los senos,

en verdad, fino y plateado y la gacela que cuelga de él, soñé,

se multiplica.

Y todo su rebaño en la noche salta la literatura mundial,

asimétricamente dispersa por la alcoba.

 

Durante el día pienso, qué actitud tiene Dios hacia el alambre.

¿Lo usa Él también

mientras en su mano de mecánico       

sostiene una comunidad o un paisaje desajustado?       

 

La vida de las letras

(Život slova)

 

El poeta denuncia a las letras y su carácter triple.

El carácter de los animales, mientras los domestican todavía es salvaje.

El carácter de la planta cuando se trasplanta al papel y ella deja en él tenues raíces

con las que hasta hace poco agarraba el cielo, las montañas,

hierbas, el olor a curry, el sabor a pimienta, el eco.

Algunas letras echan raíces en las mandíbulas de la historia,

como la muela.

Si ya no ajustan cuentas, contaría

cuántos dientes en general tiene la historia.

Las letras crecen en el papel,

a veces bastante calmadas, de vez en cuando salvajes y de rostro colérico,

agarran el globo terrestre.

Si no hacen un movimiento erróneo,

rastreando entran al hombre y

rastreando salen de él

como un pensamiento del que él se apropia.

Así que a él le pertenece su carácter.

Empiezan a mover las cosas hacia la metáfora

 en vez de piezas,

hablar sobre las rebeliones alegóricas de los pájaros,         

de la suavidad de la nieve.

De la flexibilidad del río que dobla la columna y vuelve

su cauce, siguiendo fielmente la personificación.

 

El poeta quien demostró que las letras se parecen a los seres vivos,

ya no las puede observar bien porque lo han ocupado totalmente.

Hablan desde él:

En el jardín crecido de hierba han dejado las escaleras que llevan al cielo.

Cuando me escondo detrás de los setos y espero lo suficiente,

veo como por ellas salen Todos los santos

 a un supermercado abandonado con frutas, insectos y pájaros.  

Las ramas de los árboles reemplazan los estantes.

Subo a las escaleras y observo el monótono cielo azul.

Me interesa si Dios

hará que en los picos de los pájaros

las letras se hagan sonoras.

 

Los huesos del silencio

(Kosti tišine)

 

El silencio también tiene huesos.

 

Me interesa ¿qué sonido tienen?

y ¿cuánto reuma pueden acumular?

 

Cuando encuentro una fosa común

en el campo,

alabo la bondad de los pájaros

que con su canto

revisten los huesos encontrados

como un nuevo tejido.

 

El buen verdugo  

(Dobri dželat)

 

Soy el servicio de la casa de la melancolía.

Me preocupo de que coma, de que tenga la ropa de cama planchada,

las mantas lavadas.

Refresco y limpio su espacio,

hasta le canto.

Me alivia cuando alguna película o pradera me atraen

y alejan la melancolía,

mi amante promiscua.

O cuando me seduce la somnolencia y su anestesia.

La mañana soleada que del Este trae las caravanas.

Cuando la abundante luz cae por el patio como polvo,

la realidad ya no es aguda.

La mañana es un buen verdugo.

Mutila la melancolía,

pero ella revive como super héroe.

La melancolía es la emulsión con que está envuelto el día.

La manta que bajaron los demonios drogados.    

 

La mañana soleada es la caja de primeros auxilios.

Quiere quitarle a la melancolía los botones del ascensor

tirarlos del subterráneo, del subcutáneo.

Pero, no sé cuál de ellos me

ha escondido las flores de algodón en la almohada.

Por un momento observo la mañana soleada.

Y luego la melancolía.

Hela aquí, va a pie.

A través del cielo

deja la larga sombra de sus pies.

 

La copa del árbol

(Krošnja)

 

El cielo es una copa de árbol gigante que cuelga sobre nuestras cabezas.

Parece que todas las estaciones climáticas en ella tienen

la misma raíz, sólo que está vuelta al revés,

igual que el azul que aquí sirve en vez del verde.

Por el momento la sostiene el antiguo Dios eslavo Perún,

por el momento Mitra, el Dios del Sol persa

y con ella tan revuelta

como si fuera un ramo de pensamientos,

despreocupadamente está parada la antigua diosa greca de la lluvia Diona.

Si los Dioses son como los gigantes,

pueden sostenerlo con una mano, 

apoyado en la cadera.

Pero, a diferencia de la decoración floral,

desde el vasto ramo azul se precipitan los pájaros.

Cuando alguno vuela, parece un broche

que se descuelga.

 

El cielo de diciembre

de vez en cuando cubre las novias

que roban la blancura a la nieve.

 

Una de ellas justo ahora sale de la casa

y entra al horizonte; desaparece,

falsificando la nieve en su vestido.

 

El crecimiento del paisaje

(Odrastanje krajobraza)

 

Las cuencas pueden servir como un fiel reemplazo

del ojo de aguja cuando las lluvias pasan entre ellas,

el río como hilo.

Cuando lo hacen por primera vez, pensaría

que han hecho una invención. ¡Un hilo efervescente!

Pero, no es así; todavía no existía el hilo corriente,

sólo sí se toma en cuenta el hilo del cuento,

el hilo de la existencia.

El antiguo paisaje es ejemplo obvio del engaño.

En la edad de un recién nacido, a causa de un fuerte chubasco,

parecía canoso.

 

Mientras el vapor de la cocina de vez en cuando

se añade a la evaporación invisible en la naturaleza,

a la evaporación invisible del río que prudentemente sale

del raro y largo ojo de aguja

mi madre se queja de que duerme cada segunda noche.

No sabe por qué.

Mientras ella habla, menciona los días pares e impares,

el vapor caliente toma el papel de la madre

y en vez de ella invita a la cena. 

 

Nota sobre la autora:

 

Lana Derkač (Požega, 1969) se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras en Zagreb. Escribe poesía, prosa, dramas y ensayos. Recibió varios premios; sus obras han sido incluidas en antologías, panoramas y anuarios en Croacia y en el extranjero. Ha participado en diferentes festivales poéticos – El Festival Internacional de Poesía (Croacia), El Verso en la Región (Croacia), Las Noches Poéticas de Struga (Macedonia), Curtea de Arges Poetry Nights (Rumania), Kuala Lumpur World Poetry Reading (Malesia), Kritya (India), La Feria del Libro de Guadalajara (México), Lirikonfest (Eslovenia), International Poetry Meeting (Chipre), Festival International et Marche de Poesie Wallonie – Bruselas (Bélgica), Encuentro Poético en Mdiqu (Marruecos), Stockholm International Poetry Festival (Suecia), Festival Internacional de la Poesía Esclava (Rusia), Las Noches Poéticas de Ratković (Montenegro)…Sus textos han sido traducidos a 18 lenguas (inglés, español, francés, árabe, sueco, alemán, italiano, ruso, polaco, húngaro, checo, albanés, macedonio, oriya, malayo, rumano, búlgaro y esloveno).

 

Traducción del croata: Željka Lovrenčić

 

 

 

 

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