viernes, 30 de marzo de 2018

DAVOR VELNIĆ: TRES CUENTOS (TRADUCCIÓN DE LA DRA. ZELJKA LOVRENCIC)




                        

EL MAESTRO (Revista "Rijeka Literaria" 2/2014)
(Majstor)

Dios reparte sus regalos, aquí no se puede hacer nada; y no es vergonzoso ser un hombre común.
                                                                                                          Thomas Mann  

Si lo escribe Thomas Mann esto no es cinismo, sino que el gran autor se burla claramente de los enanos y sus muecas imaginarias.
Él fue el solitario de nacimiento de profesión desconocida y poco clara, pero, sin embargo, poderosa. Un insatisfecho de turno de argumentación extraordinaria e inteligente, lleno de sabiduría. Ingenioso y pesado solamente cuando decididamente quería tener razón. ¿Quizás todos estos años no he comprendido o no quise aceptarlo, que, con toda mi precaución y desconfianza, llegué a ser su discípulo, su adepto? En realidad, no he definido mi estatus; tenía miedo de las posibles respuestas y opciones. ¿No sabía cuánto dura la expectativa y si va a terminar alguna vez?
No sé si tenía algún hermano; ante todo pensaría que era hijo único, huérfano de padres desconocidos o un hijo prodigo de padres famosos. No recuerdo que haya mencionado a sus padres o hermanos con gusto… a veces al margen de algún recuerdo o como testigos, totalmente de paso, pero no estaba seguro si en verdad se trataba de sus verdaderos padres o solamente de personas parecidas a los padres, tutores en los caminos impracticables del continente europeo. Existían los niños; más de uno y una mujer oficial, claro, ahogada con discreción en su hogar y encadenada por la educación tradicional, pero no extinta.
Introvertido y tremendamente sensible en su perspicacia, impropiamente ególatra y lleno de burla en su propia cuenta, dejaba la impresión de un hombre justo muy estricto y de intransigencia extrema. Características tan frecuentes cuando se trata de las personas entregadas a sí mismas y a una estructura militar dura. Personas calculadoras de buena memoria, con una niñez robada y de juventud diestramente escondida. La vejez vengativa y pesada rara vez perdona.
Solamente algunas veces, durante largas y vivas conversaciones peripatéticas, Milius se relaja y con facilidad reorganiza sus pensamientos en palabras transformándolos en exigente dualidad. Le impresiona la confusión provocada en su interlocutor. Así se burla con finesa de la moda y del deseo humano de conseguir de cualquier modo lo que no le pertenece. Todo lo dicho entra profundamente en la esencia de la falsedad humana y es en abundancia condimentado benévolamente a la burla de la manada humana y a los espectáculos sin fin de las ferias de falsa bondad. El veneno del cinismo dirigido a la falsa cortesía humana. Este ser tan especial (decir criatura sería ofensa para un hombre maduro y bien vestido) sabía las consecuencias de sus frases sarcásticas y pocos interlocutores regularmente quedaban sorprendidos; hasta aquellos que creían conocerlo. Todos, solamente estupefactos espectadores de su inteligencia cínica y aquellos auditores de paso, añadido innecesario. Los conocimientos y la experiencia de vida de Milius eran impresionantes; muchas cicatrices útiles abundaban de viajes inusuales, topónimos geográficos, de personas y acontecimientos que en los interlocutores provocaban malestar y vergüenza: ¿y dónde estuve yo y qué hacía?
Repleta de detalles extraños, de gente extraordinaria y de personajes pintorescos, la memoria de Milius incesantemente hervía y saltaba de una persona a otra, de una escena a otra, de un tema a otro. Esas abundantes experiencias y acertadas analogías llegaban a ser humillantes para la mayoría de los interlocutores, aunque Milius nunca mencionaba a los presentes, nunca los comparaba o introducía en sus descripciones. No se acercaba a nadie, estaba solo consigo mismo, con sus ideas y su memoria.
Milius presenció bastantes caídas en las que de manera muy cercana husmeó el mismo fondo de la humanidad, la suya y la ajena. Vio vuelos vertiginosos cuando la gente perdía el suelo bajo los pies, pensando que el ascenso iba a durar eternamente, que sobrevolarían el mismo cielo. Recordó la gente y las escenas; con él dormían, se sentaban y andaban. Lo recordaba todo; ¿maldición o solamente „error en el producto”? ¿Cuánto participó él mismo en todo y cuánto fue testigo mudo o solamente por impresionar “prestó” el cuento ajeno? Ya no está del todo seguro. Solamente sabe que estaba allá, en el sitio, por lo menos con la cara de uno de los testigos.
…….
Milius se pierde en reconstrucciones muy raras veces – sin embargo, con el instinto de la astucia callejera y del hampa urbana, en sus interlocutores todavía mejor ve las más débiles pero notables señales llenas de incertidumbre. A veces inventa el enemigo o aumenta su fuerza para hacer todo más impresionante y el mensaje a los auditores más fuerte y claro. Todo lo que queda de la vida puede servir – hasta un día ordinario gris y lluvioso; no existe un día insignificante – y justificar la singularidad de los momentos. Nosotros incesantemente pesamos, ponderamos la calidad y cada día está lleno de pequeñas derrotas y victorias inútiles.
Después del largo paseo nocturno llega la primera brisa, un pensamiento imprudentemente dicho y ya entramos en una confesión difícilmente reconocible. Los nombres y personajes saltan uno al otro ayudándose, perjurando atestiguan el uno por el otro o se encubren o, dependiendo ya por necesidad y los presentes, aunque a propósito estemos solos en el paseo y en la conversación. Los fragmentos se complementan; todo aquello para conseguir el fin necesario de la disputa, argumentar la tesis pronunciada al comienzo y una vez más sopesar el pensamiento inseguro. Los acontecimientos siguen y se saltan los detalles, luego siguen ciudades, mares, puertos, tabernas y restaurantes, se mencionan nombres femeninos y comentan los vinos y cartas. Milius a menudo omite gran parte del tiempo o se fija en un fragmento hasta el momento oculto, del que nunca se habló. Salta adelante y ofrece una solución fácil; luego para: esto era solamente una cuestión de control, ¿no? Pasos, millones de ellos acompañados con conversación: ¿ya tenemos que decirlo en voz alta. ¿O nos hemos extraviado de nuevo en el laberinto del pasado y no vemos más allá de nuestro deseo de salir por fin en libertad?
Al corazón de Milius lo han cubierto las costuras, el denso bordado de la educación militar ha pavimentado su sensibilidad espiritual, el simulado olvido ha sometido las peores partes para que en el plan que es el objetivo, los recuerdos superen a los testigos vivos y muertos. En fin, ¿todo lo comió un secreto bien cuidado, una salida de emergencia o quizás solamente la verdad necesaria?
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            Observando detenidamente la mirada indiferente de los ojos intranquilos, noté el corte helado del olvido ejercitado y el fuerte centelleo de la memoria. Estaba orgulloso de la cubierta claridad de su mirada, pero no le gustaba mostrar su oscuro brillo. Por eso, en toda ocasión llevaba los anteojos para el sol y los justificaba por la luz fuerte.
Solo a veces, al parecer sin razón, Milius buscaría la sencillez de la ecuación humana en la vida cotidiana más simple. Entonces, con gusto hablaba con los ciudadanos y conocidos ocasionales; hasta cordialmente, lleno de paciencia, parloteaba con los tontos locales sobre temas comunes y los títulos en los periódicos; se divertía como un muchacho y gozaba tanto con muchas risotadas. De nada en especial, del hueco al vacío, por horas, como un baño ritual, el rito de vaciar los intestinos. Sin enojo y sin ponerse nervioso, escuchaba las quejas habituales de los transeúntes, los gritos de los ociosos locales, las críticas de los sábelo-todo, pueblerinos. Un tipo de pago por estar seguro de sí mismo, por castigarse a sí mismo, un tipo de ejercicio, de mantener el tono mental…, ¿no entendí?
Algunos entonces trataban de aprovechar la oportunidad y creyendo que se había hecho más indulgente, empezaban a conversar con más sentido y de temas más ambiciosos: primero el saludo, seguían con las frases habituales con las que se palpaba el humor del interlocutor y pide el contacto verbal. O con una pregunta atrevida y directa trataban de conocer su opinión sobre algún acontecimiento o alguna persona; hasta se preparaban seriamente para eso leyendo libros históricos y léxicos. Y no, ni esto ayudaba en lo mínimo; al contrario. Milius diestramente evitaba las trampas puestas y ya en la frase siguiente con burla trivializaba la conversación aprobando a los interlocutores toda tesis y pensamiento, reduciendo la conversación al nivel de una monotonía salobre, tan usual al ambiente pueblerino. Podían pasar a peor; se les dirigía con tremenda cortesía después de la que ya no había vuelta de hoja, ni hacia adelante ni hacia atrás, sólo el hielo del desdén servido cordialmente.
Quizás traumatizado por las circunstancias de su propio nacimiento, en todo caso, con su niñez, con su origen y pesada biografía, no soportaba la curiosidad vacía y protestas rutinarias de los insatisfechos de turno. Le disgustaba la astucia de los pueblerinos – la bien establecida pedantería y sucias insinuaciones para lograr la información – los tontos inventos de los ociosos y la sagacidad de intenciones encubiertas. Todavía más repugnante le era la intima seguridad de sí mismos de la gente que él había minimizado desde hace mucho tiempo, aquella que incesantemente trataba de caerle bien a sus interlocutores y que por eso se esfuerzan mucho y sin necesidad. No; los más astutos no quisieron ver eso, regularmente avergonzados y sin ninguna posibilidad, tentaban en vano la fortuna atacando las fuertes murallas de su reserva y el venenoso filo de su cinismo fatal.
Le producían asco la cortesía exagerada y todavía más sus consumidores y admiradores. Y ninguno de los interlocutores quiso darse cuenta de que los últimos años continuamente se repetía en vano el espectáculo inútil de astucia transparente; exactamente, desde cuando Milius sufrió un fuerte golpe, algo sobre lo que nadie supo lo suficiente; supongo que eso fue un choque que no mata, pero anula la empatía y fortalece la indiferencia hacia todo, excepto hacia mundos invisibles e interlocutores fantasmas. No saciado de la soledad y lleno de desconfianza hacia cualquier benevolencia, se hizo permanentemente inaccesible y preventivamente mordaz. Su mirada de Gorgona antigua ya no soportaba la curiosidad de nadie, peor que eso le era solamente la presumida inteligencia del mediocre. Las trampas de una astucia no adecuada, sacaban de Milius el peor veneno dedicado a la mala hierba que se arrastra por el mundo.
La armadura de cicatrices y de viejas costras transformada en tenaz envoltura suficiente para defender con éxito el acceso al corazón. Cada vez con más dificultad soportaba los celos y el mal humor de la gente ordinaria; diría J. J. Rousseau. Muchos lo consideraron presunción asquerosa y miserablemente trataron de responder con voces de calumnia. En vano y siempre perjudicándose; de manera enigmática le llegó siempre a tiempo el susurro y la brisa de la intriga.
Con tiempo los paseos se hicieron cada vez más largos y largos, duraban horas y muchos kilómetros y las conversaciones cada vez eran más tenues; verdaderos haikus. Alguna palabra perdida en la selva del silencio. Y el mensaje fue entregado con la duración del silencio y los oportunos panoramas nocturnos. Pausas y retiros impulsaban la duda; después de que por el ancho borde nos dimos cuenta de que a pesar de la indudable rectitud aparece la curvatura y necesaria repetición, supe que había sido aceptado y que no soy solamente el perro nocturno que lo sigue en la callada soledad de Milius. Eso sirvió para la repetición de ideas y pasos, pequeña escuela y un rápido curso peripatético. Son pocas las personas que pueden escapar a las escenas del pasado; la vejez no les puede resistir, mucho menos escapar.
Al final lo absorbió la indiferencia como continua medida de precaución y ración diaria de la enloquecida monotonía del futuro. Quizás el desengaño y saciedad de improvisaciones e imaginativos tentativos de engaño. Nadie, ni siquiera Milius es inmune al desengaño; a todos nos quiebra la traición.
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Por muchos años (de manera clara) este cazador de cabezas humanas no se dio cuenta de mí; se dirigía a los objetos y a la gente a mí alrededor, así de paso y de lado, pero nunca por encima. Eso me molestaba y enojaba. Pero, de todos modos, mantenía entreabierta la entrada con una sonrisa ocasional dirigida hacia los espacios invisibles tras de mi cara. Nadie puede hablar con la pared y estar tranquilo, algunos trataron de hacerlo con sus mascotas; sin éxito. Las conversaciones al comienzo eran inusuales, extrañas y mordaces, en cierta forma competencias esquivas, como dirigidas al que se encuentra del otro lado del espejo.
- Cuando sumas y rechazas el espectáculo, el melodrama gastado, lo que la gente llama éxito, ¿estás por lo menos un poco contento? Quiero decir, ¿esto es, esto es…lo deseado, lo esperado? – Se calla y piensa mirándome.
Eso no significa que ha terminado su pensamiento y ha callado. Hay más, espero. Lo que más me gustaría sería agitar la mano y dejarlo pasar, pero mi mano se queda quieta. Milius está pesando y evalúa. Tengo la posibilidad de ser solamente el interlocutor privilegiado, el perro nocturno. Por eso callo y Milius habla lentamente, escogiendo cuidadosamente las palabras. Las pausas entre las frases duraban el tiempo suficiente para que yo pensara que ha terminado su pensamiento, que ahora me tocaba hablar a mí. Al comienzo evaluaba mal y me apuraba sin necesidad. Ahora espero con paciencia arriesgando a que la conversación termine. Callo y no comento.
- No entiendo; esto es, sin embargo, solamente la vocación. Una vocación noble, y no farsa como la poesía de hoy o el joder de la escritura de los periodistas; si no tienes vocación… – Lentamente acepto la conversación y “adelante”; y al diablo hay que darle la posibilidad de mejorarse.
- Piensas, oficio, ¿no? Oficio, o el noble uso de la palabra… ¿No son los boxeadores también solo agresores que desean dinero y fama? Y ellos hablan sobre una noble habilidad y lo que más les gusta es enviar al rival al suelo. No soy parte del público que viene a la recepción por una copa de vino y un sándwich. Eso puedes hacerlo con los tuyos – trata de reprenderme y de paso burlarse un poco de mí. – Cada vez pasas más tiempo en los lugares de los primeros recuerdos. Te veo intranquilo, y al mismo tiempo rígido e inseguro, temeroso de tu intransigencia, y orgulloso de tu meticulosidad y carácter impulsivo. No cedes, y eso es miedo, no fuerza. Persistentemente sigues los pasos de la niñez porque algunas cosas quedan iguales, semejantes, sencillamente irreparables… Reconstruyes imágenes y ¿esta vez piensas que eres más fuerte y que puedes vencer? ¿A quién? ¿A todos ellos juntos? Todos aquellos miedos eran demasiado fuertes, ni hoy has olvidado sus caras. Esto es privilegio de la infancia… ¿eso de que incesantemente tratas de desenmarañar lo que en realidad pasaba, ¿no? Todo quedó igual, en la memoria está todo. Siempre se trata de la misma cosa. ¡El hombre siempre vuelve al mismo umbral de la niñez, a su hogar! Lajas, la misma campana a la misma hora. El mismo sonido, el murmullo de la ciudad…
Ni me tocó con la mirada; habla a las lejanas luces de la calle, al silencio de sus pasos, y entonces se apoya en el primer poste.
¿Te has esforzado tan abnegadamente por hacerte un nombre, por hacer parte de una pequeña desequilibrada literatura en la reducida memoria de algunos lectores y… ¿Estás contento, valió el esfuerzo y la ambición? ¿Y todo eso para poderte burlar impunemente de la gente, ¿no?... Iniciar a atraerla a las páginas blancas, a tus fábulas y construcciones, ofenderla sin consecuencias… disfrutar impecablemente falso y al parecer sin interés…, diríamos cortés, ¿no? Ah, escritores, intrigantes llenos de veneno, los llamados catedráticos… ¿Y a quién le hacen falta ustedes, ¿quién los necesita salvo en el momento de la muerte las callejuelas fuera de la ciudad y plazas insignificantes? ¡Todo lo grande y real está ocupado ya hace tiempo, nominado por los nombres de la gente que fue la primera en acordarse de sí misma; ¡pusieron su nombre en la primera hoja, personas de las cuales ya nadie se acuerda ni conoce sus méritos! 
El orden de las palabras y las pausas confieren al mensaje su peso, la impresión de importancia fatal. La expresión de los rostros está envuelta en el ritmo del humo de los cigarrillos aspirados y en fonética de cuerdas vocales inflamadas. Nada es casual. La mirada de la razón intransigente habla por la garganta del ronco fumador. No mueve sus cínicos labios delgados, pero habla furiosa e impertinentemente mientras le tiembla burlón el cigarrillo al borde de los labios. La sonrisa mordaz pasa por su cara y él de verdad disfruta cada palabra, cada pausa y ambigüedad burlona. A propósito, detiene el pensamiento, recapacita, y luego espera y sopesa la paciencia del interlocutor. Verdadera trampa para los impacientes y seguros de sí mismos. A ellos los elimina en seguida, ya a los primeros cien pasos.
Sigue tentando mi paciencia; eso no me molesta en lo más mínimo. Seguimos hacia los guiños verdes de la linterna. Estoy listo y me siento como un hombre justo delante a un juez rígido. No me dejo y callo persistentemente.
- ¡Humanistas llenos de amor cristiano hacia la humanidad! Esa amada humanidad es solamente la especie de Caín; Abel está muerto y sin descendientes, ¿no es así? ¡¿Y Caín y sus criminales descendientes son célebres, Caín es celebridad!? Él es el querido de las mujeres, él es conocido, ¿él es y el marido de la esposa de Abel? – Milius no busca respuesta afirmativa sino sin vacilación alguna sigue alimentando el fuego. 
- ¡Humanistas y filántropos, ¡cómo qué no! Ellos son ordinarios; la pelea por el pan, deseosos de sí mismos y de la atención ajena, mi querido literato. ¡Todo eso es peligrosamente parecido, la misma muestra, y nunca sabes cuál es el lado justo!
- Escribo lo que no les gusta oír, y ellos lo confirman con la cabeza porque todo eso les suena brutalmente sincero; les impresiona, porque ellos no se atreverían a hacerlo, aunque se les permitiera. Naturalmente, siempre les parece que se trata de otros, „ellos”, ¡nunca son los ridiculizados! Lo brutal es lo que más se acerca a lo verdadero, el quejido y el gemido están más cerca a la verdad que la exclamación y el grito de alegría. No les gusto de verdad, pero igualmente quieren leerlo, ser parte de los lectores. El entusiasmo de los amantes de la literatura es tan sólo un espectáculo social malo; su presumida fe en la dignidad de las canas y en la inocencia angelical de la niñez no se les puede perdonar. Esa es solamente la sección literaria de gente presumida, lo mismo que en los días de escuela secundaria y nada más que eso. Han vibrado sin necesidad y esa necesidad trémula por la limpieza moral y la belleza confirmada no es nada más que el placer puritano, el gusto vicioso por la vida ajena. Y leo, constantemente leo a los mejores que yo. Esa es la única escuela.
El helado silencio de la sorpresa duró desagradablemente, como si hubiese dicho algo malo, y luego, seguro en su indiferencia inspirativa, relajado y sin moverse, Milius empezó a hablar, más para sí mismo.  
-        La única escuela gratis y yo leo solamente las caras, gestos y muecas, es suficiente y más que suficiente. Todos ellos son timadores, tus artistas ansiosos de fama… cuando se trata de ellos, nadie es suficientemente brutal y rudo. Como parásita que al bosque roba aliento, así ustedes roban y falsifican lo que el silencio dice al sueño. Su verde no ha sintetizado la luz; es el verde de la hiedra parásita. En cuanto una temblorosa luz por un momento ilumine las primeras dudas, ustedes son los primeros testigos falsos a su favor. Hasta están dispuestos a hacerse daño a sí mismos, enloquecer y todo sólo por ser convincentes; cuando desaparece el intelecto se hacen actores. Y el camino es lejano y el destino desconocido. Es el acto inútil de los desesperados deseos del estigma del genio y del tiempo perdido en vagar en el insomnio vacío del sueño intranquilo. Adormecidos y desesperados solitarios, los llamados intelectuales de amplia gama, o aquellos secos, muy flacos, de descuidadas uñas amarillas, los que maldicen lo sagrado. Les niego la perfección del hombre, les reconozco solamente el vicio del pecador y les doy el papel de buscadores del placer. Sí, por supuesto, aquí está su impecable erudición griega y latina, vanas palabras de moda y charlas divertidas en las lenguas muertas, ¡brillante! Pero mis manos están ensangrentadas para que ustedes fueran artistas, para que nos descubrieran y explicaran los mundos, extendieran las fronteras de la libertad y a nosotros, los verdugos, hablaran de justicia, conciencia…y determinaran las normas morales y las demás normas. Esa declarada consciencia sólo es almohada en la que cada noche posamos nuestro rostro, pero solamente nosotros sabemos cuántos sudorosos insomnios sufrimos en vigilia en vano.
- ¿Y se encuentra en la almohada alguna lágrima de la conciencia tardía? – trato de superarlo con una chanza y llevar la conversación a aguas tranquilas.
- Hay que llorar a tiempo, hasta preventivamente porque cuando llega el tiempo del llanto, hay que estar calmado y sin ojos húmedos. Las lágrimas sólo empañan la vista.  

No cayó en la trampa y no quiere volver al tema de hace ya tanto sobre la conciencia. La tensión de Milius me acordó de la propia, solamente aumentada e igualmente irascible y cruel. ¿Es este mi futuro? Esa agresión cínica es rara a sus años; cumplió setenta años. No, me molesta su silbo innecesario, ¿quién sabe qué serpientes venenosas ha tratado y cuántas mordeduras venenosas ha sobrevivido? Mi debilidad de por lo menos „baje un poco la pelota” queda igual, insuperable y sólo por mí conocida.
- No hay las mismas lágrimas; como y los días tampoco son iguales, nadie se ha preparado para la mañana. Solamente la espera. Este es el trabajo desde el nacimiento.

Me envuelven olas de calor y el sudor de la espalda me enfría; de nuevo me apuro sin necesidad. Quiero superarme y superarlo. El viento nocturno enfría el ardiente día de verano. Aquel esfuerzo de que la sinceridad se reprime por la boca es duradero, demasiado grande e insuperable, yo levanto la vista como si en la profundidad del cielo nocturno pudiera encontrar las respuestas. La presunción puede asumir muchas caras; revestida en modestia, ella no tiene rival digno.
Milius, maldito, depredador jubilado, extranjero en su familia, desconocido a toda la gente… sabía que el venenoso gris siempre queda lo suficientemente entelarañado, manchado y lleno de trampas. Los interlocutores privilegiados de Milius recibían en su cara la brutal verdad y gran cantidad de veneno como una buena medicina para su avanzado egoísmo. Y así les ayudaba, los curaba de sí mismos.
Trato de descifrar el sentido de lo callado y lo instigo ligeramente, estoy preparado para recibir en mi cuerpo todo el veneno de la bolsa del veneno de Milius:
- Sí, los intelectuales son monstruos, sinvergüenzas indigentes listos a toda acción; ¿¡el mundo no sabe de nada peor y más asqueroso, pero, sin embargo… ellos son algo como la conciencia y los pilares de la humanidad…?! ¡¿Por lo menos algunos de ellos!? ¿De mi humanidad? – de ninguna manera – trato de defenderlos. No sé por qué, quizás en cierta forma solidaridad gremial, quizás exagero ofreciendo exagerado respeto inútil, sin admiración y halagos, naturalmente. No me burlo de nadie y todo lo tengo frente a mí.
- Qué conciencia, amigo mío. El remordimiento es para aquellos dormidos en sus sillones profundos y para los rentistas lagañosos, ellos tienen el tiempo suficiente y el enorme deseo de arreglarlo todo y comprar un terreno en el Paraíso. Todo eso son solamente juegos literarios para que la fábula parezca más ingeniosa. En general se trata de chusma presumida, algunos de ellos van tan lejos que en los gritos de horror tratan de encontrar algo de alegría. Sus gustos son pequeños y baratos, y su alegría llena de placeres miserables. Pero, por lo menos es fácil comprarlos; a ellos y a su valentía presumida. Hay que evitarlos sistemáticamente y despreciarlos ocasionalmente, sin ceder. Jamás alabarlos; entonces son bastante mansos y baten la cola porque darían todo por una pequeña, ocasional alabanza.
- Los halagos y falsos orgasmos mueven el mundo, todos lo sabemos y nos hacemos los locos ¡como si eso no tuviera nada que ver con nosotros y como si nunca hubiéramos estado en ese molino! – Trato de justificarme a mí y a mi gremio.
- Los literatos no darían nada porque no tienen nada y ya lo han dado todo, ya han vendido todo hace mucho tiempo. Solamente mi asco me impedía aplastarlos. ¡Y ellos pensaron que me han suavizado o quizás que me la han jugado!
- ¡Ama nesciri! – Eso me cae en la mente y más, si es sincero…
- No… no capto – es sincero Milius.
- Le gusta ser desconocido. Las luces del escenario atraen la gente deseosa de su propia sombra.

Espero una erupción de furia o un helado y largo silencio, algún reproche, ¿quizás de media vuelta y siga hacia el puerto? Nada; pronto sabré ¿hasta donde puedo ir?, ¿demasiado lejos? Pero no, Milius sólo alzó sus cejas en alto y sonrió cínicamente:
- No exageres y no hagas teatro al inicio de este suave comienzo de noche de verano. ¿Y podemos hablar sin latinismos o seguimos en judío? Mira: ¡desde este rincón del paraíso iluminado por la luna, la bonanza se prolongó hasta Rab! La mordacidad nunca es valentía, sólo manera sucia de probar al interlocutor. Igual que el grito no descubre nada más que unos pulmones fuertes y una boca abierta de par en par. El hombre con la boca abierta parece in-convincente y tonto. Esa no es la boca que pronuncia la verdad. La verdad no tiene amigos, solamente la soledad. Todos ustedes son parecidos: autoproclamado condimento de la civilización, los engañosos labios de miel y de lenguaje afligido. No son las civilizaciones jinetes de bronce ni bustos enamorados de su sabiduría y dignidad. ¡Embellecidos y adicionalmente civilizados! La civilización escoge con más gusto la historia que la verdad y no es la verdad la que trae beneficio como ni el suicidio público con elementos de teatro no es valentía, sino exhibicionismo. No desprecio a nadie, no tengo tiempo: me amo demasiado a mí mismo en el río de la vida para poder despreciar y ahogar a alguien sin razón. 
Reconozco esa citación, pienso que sólo ha cambiado el odio por el desdén, pero a Milius le gusta apretar un poco más la clavija e impresionar al interlocutor. Los ojos inyectados de sangre, profundos como un pozo oscuro crecido de musgo absorben el humo del cigarrillo. No parpadean sino parece que se alimentan con él. Habla con interrupciones, en fragmentos, para que cada pensamiento caiga al interlocutor en su lugar y sea recordado.
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El tiempo en la conversación peripatética no tuvo ni valor ni importancia; era más el cansancio de los pies después de un día difícil y la cantidad de cigarrillos que quedaban en la cajetilla, que una visita nocturna. No teníamos ninguna prisa. Nuestra conversación iba adelante – atrás, y en todas las direcciones; seguía allá donde la habíamos dejado hace mucho tiempo, evitando mencionar nombres propios, dejando vacíos y discretamente callando detalles, quizás para la próxima vez. Su cargada memoria me relega de su cercanía. ¡¿No será para siempre!?
- La belleza está escondida en una luz débil, más presagiada que evidente, y yo no quiero entregarme a los juicios tontos de los indoctos, aquellos seguros de sí mismos; eso es peor que una colonoscopia frente a las risillas de los estudiantes de medicina. El nacimiento y la muerte, causa y consecuencia, y más lejos de eso están Dios y el arte, todos Sus derivados y sus eclipses. De crepúsculos y eclipses se habla todo el tiempo, ¿no? La mortalidad es una fiesta popular; sin ella el mundo sería inconcebiblemente monótono y todavía más pesado, como el día sin la noche, como la vida sin el sueño. Un día sin fin no lo podríamos sobrevivir, no podríamos darnos cuenta de la curvatura fatal que nos lleva al comienzo, a la repetición sin fin. Solamente eso es infierno, un giro por el borde de la certeza. ¡La humanidad ha rechazado a Dios y pensó que por fin ha llegado a ser libre!, ¡Y fíjate, ahora la gente quiere rechazar la porra de policía! 
Ese era su cinismo favorito, la burla con la cual tantas veces logró detenerme en mi soliloquio. Pero aquí su irritante amargura se detuvo repentinamente, no contestó y seguimos fumando. Cigarrillo tras cigarrillo, mientras haya en la cajetilla. En los círculos cerrados de la ambigüedad oscilamos entre algo y nada, El Cínico y yo, el cínico de práctica común y el neófito del arte. El cinismo es mala filosofía y buena medicina contra las mentiras y las malas noticias. A los cínicos el cinismo ha envenenado los sentimientos y conservado la razón, los protegió del desengaño y de paso los contagió del egotismo. Pero esto se puede y se debe sobrevivir con éxito.
Por esta noche, me parece, se acabó y en la próxima ocasión se sabrá cuando el espejo de la conciencia diga algo más de mí. De repente y sin razón la impertinencia desaparece y sus labios forman una sonrisa:
- No estamos mal y vivimos la vulgaridad y la irritación para que sin ser rozados por el mal reconozcamos la virtud. Cada uno a su manera, claro está: yo todo lo guardo para mí, no me es necesario hablar con nadie, nunca. Tú escribes de eso, ¿no entiendo por qué? No ha terminado mientras no este escrito, ¿así piensan ustedes los intelectuales, escritores…? Solamente a veces, mientras inhalo el humo digo algo, breves cortes condimentados con dudas y burlas. Ni siquiera sé a quién creer más: a mi ojo o a lo invisible que incesantemente escapa a todo el mundo. ¡El escritor carmelita! No somos gran fuerza, pero sin embargo algo sabemos; sabemos cuánto necesitamos para cada acción, para que no nos robe y engañe cualquier miserable. Los precursores de cambios mueren jóvenes, entonces ¿para qué la prisa? El mundo se repite constantemente y las vueltas aburren; el ocio es todavía peor, obsesión cruel, y por eso la gente es una sorpresa continua; ¿no has escrito eso en algún lugar?
Encendemos un cigarrillo más y nos sentamos en un banco. La caja vacía y el primer banco al final del rompeolas. Delante de nosotros la ciudad dormida bajo la primera luz del alba. El jaleo avanzado en el mercado se hace ruidoso, las mercancías llegan en camiones y furgonetas, desaparecen en almacenes o en seguida se van al mercadillo. Los comerciantes e intermediarios gritan y se saludan; la comida los pone alegres.
- Lo escrito se olvida, este es el secreto de la escritura. No escribía con sangre para que me recordaran; el exceso de sangre de todos modos me ahogaba. Dejemos eso, mis letras inútiles. Sino… ¿tienes lástima del… horroroso balance de los asesinados y despedazados?, ¿has vacilado alguna vez? Estar arrepentido sería una palabra demasiado fuerte, ¿por lo menos lo has pensado, tratado de justificar, rezar? ¿No vuelves siempre tu aguijón hacia aquellos que empiezan a dudar de lo „limpio del trabajo“? ¿No era solamente trabajo?, ¿no?
La enojada resignación esta vez superó el cinismo, la burla y el ataque. La todavía resistente nuca, se llenó de energía. Dos profundas arrugas siguen su ira y desaparecen en su corto pelo recortado:
-¡Un chiste impertinente y de ninguna manera hecho al azar, un ligero empujón e imputación!, ¿¡no?! ¡¿El humor negro y la verdad clara?! No, no tengo lástima de los muertos y no hubo rapiña, sólo trabajo, aunque te burles de eso. Todos estamos muertos apenas nacemos y la muerte no nos olvidará, cáliz de bilis purulenta es el elixir de la vida. Nuestro cadáver no deja de producir la purulenta secreción de nuestra voluptuosidad y el frío sudor del horror, nuestro sistema de defensa. Al hombre lo maneja aquello que le da miedo en las pesadillas y le alegra en los sueños. Me da pena si he mutilado a alguien y de esta manera le hice pesado y amargo el resto de la vida… Pero, la gente solamente teme y sobrevalora a muerte; de ella hablan como si fuera alguna novedad, elección; ¡¿puedes pensarlo; como si con alguna hazaña o una proeza podamos cambiar o por lo menos explicar todo esto!? La gente y sus civilizaciones presumidas, vociferantes amos de los púlpitos y carnaval de altivez encabezado con el falso cuidado por la humanidad. Tan sólo el desdén de los ahítos y lágrimas de los hambrientos; la sensación de completa incapacidad porque la gente es tonta. Todo este espectáculo y pandemonio del cuidado por la humanidad, sólo convincente ficción – son tontos los que lo creen. ¡No te dejes engañar y como perro de pueblo correr detrás toda carreta!     
Milius miró sus manos y olió sus palmas. Luego pasó los dedos a través de su corto pelo canoso.
- Sin olor ni sabor. El crimen no tiene olor – y la colilla vuela sobre el borde de piedra al mar. Y si ustedes, puros, conocidos como „críticos y rebeldes”, quisieran decir en voz alta lo que hay en sus cobardes pensamientos literarios, ¿quién recibiría mayor castigo, ustedes o nosotros? Si el poder nos diera la libertad por 24 horas, la amnistía total por todo crimen, ¿no tendrían las manos más sangrientas los intelectuales? 
Odia los engaños en la cultura y todo lo que alumbra la vanidad. Pierde el interés y la paciencia y ya está, busca nuevas caras e interlocutores para que los recuerdos sean siempre nuevos y frescos. Construye teatro de cámara para uno, máximo dos espectadores. El escenario nocturno de cámara y todos en un sólo personaje, el narrador. La familia hace mucho tiempo comprendió su obsesión por el mundo invisible del bien y el mal; hace mucho que la entrego al distorsionado mundo de los recuerdos y de la muy bien memorizada juventud. ¿Ha entendido que algunos de sus interlocutores sin demasiado esfuerzo han percibido que a su ego glotón poco a poco abandonan sus interlocutores y llegan a ser parte de sus recuerdos como si ya no estuviesen entre los vivos?
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Y así de día en día, de noche en noche, a veces y hasta el despuntar del alba; siempre lo nuevo en ropa vieja para fortalecer la memoria y 'fijar la materia'. El inventario de gente y de acontecimientos de paso en paso, de poste en poste cerca de la orilla intercalado de descansos en los bancos; en círculo hacia la meta y las propias huellas desde el mismo comienzo, detrás de su espalda. En infinita línea recta para que se conozca el pasado y por lo menos entreabra la puerta del futuro.
Mi interlocutor nocturno, prisionero del pasado y yo, súbdito de la literatura, con paso ligero partimos al encuentro de los silencios nocturnos.

LA VERGǛENZA (La Rijeka Literaria 3/2014)
(Stid)
Simplemente tosí, me levanté y en voz seria cortésmente me disculpé de mis extrañados colegas. Nada urgente, la situación normal, o sea, incierta, pero me agarró un nerviosismo inusual antes del viaje. Mal presentimiento y por eso quise ver a mi padre, convencerme con mis propios ojos de su mejoramiento.
A Verena la vi en el momento en que se enc
ontraron nuestras miradas, supongo accidentalmente. La reconocí por su risilla y su gorro raro. Adoraba los sombreros, gorros; un verdadero desfile de modas en su cabeza. Únicamente no dormía con ellos, pero en cualquier otra ocasión… La Verena del culo pelado con su sombrerito de paja en la cabeza, sabía sin nada de miedo, hacer inolvidables diabluras. Supongo que por ese „inolvidable” me detuve. Sus famosas escenas se realizaban en la cama y en cualquier lugar donde se presentase la ocasión; sin problema y sin sombrerito, hasta la última gota de su talento, arrojada e inolvidable.
Ahora estaba sentada en las escaleras soleadas delante de la entrada lateral del departamento de psiquiatría y conversaba con una mujer madura, espelucada. Fumaba despreocupadamente y cada rato se mordía las uñas; otra vieja costumbre. Mi prisa en seguida desapareció ante la curiosidad; solamente algunos pasos me separaban del pasado y de preguntas que ya había olvidado.
No parecía una paciente; ni sombra de una camisa de dormir o pijama. Pero, todo en ella era miserable y un número más chico, usado y gastado y hablaba de una larga hospitalización, de una voluntad destruida y del viejo amor troncado por los medicamentos.
No se levantó ni corrió a mi encuentro sino, como si me esperara, solamente me mostró con la mano que me sentara en la escalera, a su lado. Y siguió escuchando a la vieja espelucada.
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Callado y sin rodeos acepté la invitación. Su aliento se pega a mi cara. Aliento caliente, empapado de disgusto y nicotina. Todavía lleva dentro de sí aquel convencimiento, la seguridad de la mujer bella y de palpable sensualidad, aquel despecho atractivo de los rebeldes de alta capacidad para el aguante del dolor. La fuerza unida a la desesperación emerge de los labios pintados en desorden y de las embadurnadas sombras en los ojos. Estoy un poco confuso; el despecho de los débiles fácilmente desarma y seduce: ¿ellos como si tuvieran derecho a los errores hace mucho tiempo conseguido y a toda la gente con que hubiesen estado en contacto? Alzando sus párpados pesados por los medicamentos, trata de parecer decidida, hasta llena de despecho, pero las huellas de los tranquilizantes en su mirada y en la cara no se pueden esconder. La voz agradablemente apagada es igual, sin cambio, fresca, igual a la de hace tantos años. Todavía tiene aquella magia de los sentimientos escondidos. Solamente incliné la cabeza en señal de saludo.
- No nos hemos visto… ni lo sé, ¿han pasado los años, ¿no? ¿Y a dónde vas tan elegante? El traje azul de lino y la corbata de seda, ¡bravo! ¡Todo impecable, viejo tipazo, pues!… ¡¿O quizás ahora eres el director del hospital?! Y su cara por el momento se abre curiosa de las nuevas posibilidades. Veo que ya no lees; ¿se nota por tus zapatos y por ese peinado militar? ¿¡Tienes piojitos o en el campo de batalla no se hace caso de eso?! ¡Y ya no escuchas el Tercer programa, no tienes con quien! ¿Te han asqueado las afectaciones intelectuales, ya no soportas intelectuales abandonados y desordenados, pedantes tardes literarias y putitas que escriben poemitas cortos y continuamente citan las grandezas literarias para atraer la atención de los grandes jodidos de la literatura? ¡A mí me gusta sólo un tamaño! – Con la punta de la lengua juega por su labio superior.
Estoy callado, temo de reacciones imprevistas, un posible incidente. La desaliňada mujer madura como vidente está parada en las escaleras y no se mueve. Siento el mismo malestar de hace tantos años. Posiblemente sólo eso me atrajo y hoy en día.
- ¿Quedaste sin palabras, balbuceas con los ojos y mientras buscas palabras apropiadas secretamente callas e inventas maldades? ¿Esta es tu nueva arma mortal – silencio completo, así, de lo alto, para no ensuciarte con nosotros que nos revolcamos en el barro de siquiatría? ¿Has caído en el silencio, por Dios?
Esperaba un interlocutor, un oyente; una cara del pasado de carne y huesos, y no los fantasmas creados por los tranquilizantes, y yo sonriente callo.
- Y sabías narrar tan bonito. Ahora persigues la plata, ¡se ve! Tus saltos por las mujeres los pagas con dinero, ¿no? Porque eso es lo más barato; todo es más fácil con dinero, ¿no es así? Hasta en este manicomio… Ves. Hasta puedo salir y fumar un cigarrillo. Adentro sé a quién debo chupar. ¡Saber las reglas de la casa! Aquí se fuma y chupa adentro y afuera. ¡Ganamos la confianza fumadora, en realidad solamente me dan tranquilizantes y así impotente y sin voluntad propia me follan en lo profundo de la noche! Un día me dormí en estas escaleras. Apenas me despertaron; probablemente jugaron demasiado, preparándose para una cabalgata de toda la noche, aumentaron la dosis o ¿puede ser que yo haya tomado una dosis de más, dosis de mis reservas caseras…?  
- Nada de director, querida Verena, ¡cede un poco! Mi padre está en hospital y tengo prisa, tengo cita con su médico. ¿Y tú…cómo estás?, ¿necesitas algo? No sé… supongo que los tuyos te visitan… ¿Por lo menos tu hermana? Es poeta, ¿no?
Hablo por no dejar de hablar, y lo que más me gustaría seria levantarme e irme, pero las suaves cadenas de mis recuerdos y el miedo ya olvidado me tienen sentado en el mismo lugar. En el espacio flota malestar y la risilla de Sanja. Lo ha entendido todo.
- No sabes, nunca quisiste saberlo, hasta aquella noche cuando te quedaste en mi casa lleno de miedo de que no hiciera alguna tontería. Dejaste pasar tantos autobuses diurnos y nocturnos y … te quedaste. Enojado e indeciso. No escondías tu descontento, ¡tenías que ir a tu Krk! Allá probablemente te esperaba alguna prendida isleña y eso lo compensabas trepando por mi como si se tratara de un andamio, como si eso fuera tu trabajo, ¡como si se tratara de la norma de udarnik!*
- Todo eso solamente para cansarme y dormirme y luego probablemente escapar y desaparecer a través del nevado Gorski Kotar. Pero, ¡no me dormí! Para cansarme a mí hay que esforzarse más intensamente, ¡hay que esforazar varios de sus equipos de perforación! – Chasqueó con la boca y puso el dedo sobre ella – o quizás sólo quisiste pasar el tiempo normalmente, vaciando tus huevos en mi insaciabilidad, esperando solamente que la nevada en Gorski Kotar amainara. Pensabas que el día es más seguro que la noche, que la luz del día te devolvería la razón y te limpiaría de tus pensamientos nocturnos, y que las máquinas mientras tanto limpiarían la nieve de la carretera.
Apaga el cigarrillo fumado a medias y enseguida toma uno nuevo. Su monólogo por fin encontró al culpable y quería que fuera dicho hasta la última gota de desesperación.
- Yo sabía que era lo que te torturaba; ¡¿cómo disminuir y pagar tu miedo, desterrar el pensamiento de que la ninfa loca no se haga daño a sí misma!? Pero, ¡que conciencia ni bondad; ni siquiera precaución: puro miedo! Para que sepas: más disfrutaba en tu miedo que en tu ejercicio de follador. ¡Hombres puercos se revuelcan por nuestros cuerpos como *Udarnik – en los países comunistas, el obrero que trabajaba más que otros (N. de la T.).
si fuéramos colchones y nosotras gritamos y fingimos de más porque tenemos miedo de quedarnos solas! ¡Verdaderos puercos masculinos y aún peores mujerzuelas! Pueden despreciarnos y pegar; herir con las palabras, pero a nuestra mentira no le pueden hacer nada. ¡Los compramos con nuestros gritos y todos somos de la misma manera los engañosos y engañados!  
Amargada y disgustada con la intimidad ofensiva, Verena a ráfagas sigue sus pensamientos y alza la voz; sus últimas palabras son un grito silencioso de ira y de impotencia. Mira a las escaleras como si lee el furor en los umbrales de concreto. Me callo y continúa aquella noche en Zagreb de nieve amontonada. Nuestras rodillas se rozan, amistosamente.
¡¿Y quizás tengan razón!? Al final de todo, nosotras somos solamente peludos o depilados colchones llenos de huecos babosos – y heme aquí hace ya algún a tiempo. Yo y todos mis hoyitos. A nadie le interesa demasiado mi estado. La enfermera me visita de vez en cuando y habla estupideces. Todos nosotros aquí estamos consumiendo caramelos, todos estamos bajo la influencia de tranquilizantes, ellos y nosotros, ¿entiendes? Y los médicos toman tranquilizantes, solamente mejores y más caros. Todos estamos entregados a la soledad y a fantasmas en los que no debemos creer. Porque entonces estaremos terminados.
Quedó poco de la antigua belleza de Verena; la grasa cambió su cuerpo fuerte y lozano hasta lo irreconocible. ¿O ha pasado tanto tiempo? En su cara carnosa solamente los dientes quedaron iguales. ¿Y sus ojos se disminuyeron como los de un puerco, se acercaron a la nariz? ¿La grasa o estrechez de conciencia? En armonía afectada, igual que su cara hinchada, también el cuerpo ganó algunas tallas más; puedo imaginarme cómo han crecido sus senos: la parte superior de un pijama masculino los cubren con éxito.
Todo el tiempo tiene las manos sobre las rodillas, tapando la mini falda gastada y las rotas medias nailon. Esas medias rotas le molestan mucho, ofenden el recuerdo de una estudiante joven, de piernas largas, verdadera estrellita de la Facultad de Derecho.
- ¿Escribes poesía? – pregunto de paso – tenías talento… miento poco convincente – ‘Cómo estás? Pienso, ¿cuánto tiempo hace que estás aquí… adentro, mucho tiempo? – Omito y enredo. No recuerdo cuanto hace que no nos vemos, por lo menos veinte años; demasiado para cualquier tipo de precaución, suficiente para toda curiosidad.
Con la mirada dirigida a la escalera me contesta soñolienta y un poco lenta, pero muerde con veneno, arranca y no le da pena.
- No vendas a bajo precio tu generosidad. ¿Por qué balbuceas? Leo periódicos, algo sé; deja de ser amable y de tenerme lástima: ¿no me encerraron ya? ¿O se trata tan sólo de tu curiosidad de escritor? ¿Quieres escribir de mí, de nosotros? No, Davor, no estoy adentro, estoy afuera y sentada en estas escaleras y tú vas a visitar a tu padre. ¡Él está adentro, enfermo! ¿Y piensas que le has devuelto tu deuda poniéndolo en este cuartel transformado en hospital?
Enciende el cigarrillo y en seguida pone el encendedor en el bolsillo; sus manos tiemblan así que también las empuja a los bolsillos del pijama y el cigarrillo se queda en su boca sin la ayuda de las manos.
- Cuando me trajeron por primera vez, todavía estaba en la secundaria, luchaba con esperanza y luego construí un mundo invariable de los recuerdos del futuro. Tú eres una imagen, fea pero impresionante: por lo menos te esforzabas. La verdad es aquello que queremos recordar. Tú eres un recuerdo desagradable, un desengaño, pero no puedo borrarte; en todos estos años. Después de tanto tiempo te imaginaba diferente. En realidad, te ves bien, seguro y sin piedad, entero, lleno de fuerza, atractivo, desagradable. ¡Este es mi número, mi eterno sufrimiento!
Profundamente inhala el humo y sin vergüenza lame los ángulos de los labios, sin razón verdadera. Las hormonas todavía saben moverla. De repente saca las manos de los bolsillos y estira la faldita. No deja de ocultar con la mano sus pantis rotos.
- Sabías que esa noche en Zagreb no me había quedado solamente por Gorski Kotar cubierto de nieve, en realidad todas las líneas nocturnas de autobuses iban a Rijeka. Es verdad, los autobuses tardaban hasta algunas horas, pero de todas maneras salían. Tu curiosidad estaba ya casi satisfecha, feliz y contenta, pero turbia y al borde del incidente. No debí irme, aunque fuésemos llenos y plenos, vacíos y satisfechos y la competencia amorosa llegaba a su fin. – Hundo la cara en mis manos y trato de encontrar las palabras justas – ¿fue en realidad todo fingido, ah? ¿Una ordinaria manipulación orgásmica, gritos y quejidos, competencia ninfómana e insinuaciones suicidas, amenazas vacías unidas al Tercer programa de Radio Zagreb? Janín, así se llamaba aquella furiosa y desengañada heroína de la radio novela, deseosa de atención y de amor. Más de lo que ella podía dar.
- Tenía talento, eso me decían todos. De esa manera más fácilmente me metían la mano bajo la falda y trataban de quitarme calzones. Totalmente innecesario; ¿tú sabes que no los llevaba ni durante el invierno más crudo? ¿Te acuerdas cuando vine al „Passage“, desnuda, en abrigo de piel y tacones altos? En ese frío. Solamente tenían que contar un cuento justo en el momento adecuado y pedírmelo amablemente. Fue el tiempo de caricias superficiales, profundas heridas y promesas ridículas. Entre imprudencia y alabanza, entre gritos y gemidos, una concha joven y fría, deseosa de atención y de sexo duro, se consolaba con buena ropa y hombres malos. Tú lo tomaste muy a pecho; enamorado de tus poderes sexuales terapéuticos buscabas una alabanza sincera, un certificado de la virtud curativa de tu pitu y cuando abrí las piernas como la última puta, el follar se transformó en una competencia imaginativa y tú quedaste sorprendido y desengañado. Fue divertida tu entrega amorosa y la demostración innecesaria de tu masculinidad. Me cansó tu presunción y tu voluntad bestial; sinceramente me alegró tu promedio amoroso un poco más fuerte. Insuficientemente; todos ustedes sobrevaloran sus ardientes pitus; lo más bello es el contacto propio.
Verena prende otro cigarrillo y tose. Una tímida alegría le extiende los labios en una sonrisa casi inadvertida. El todo vidente ojo de la mujer desaliñada, persistente y sin voz está parado en las escaleras, nos mira y escucha. O no escucha, ¿quizás la anciana es sorda o tan drogada que no entiende nuestra conversación?
-        Fumo demasiado, debería dejarlo. Toso cada mañana; ¿será bronquitis? ¿Tú dejaste de fumar? ¡Higienista! Entonces aquella emisión del Tercer programa de la radio; sí, Janín y sus amantes, la nieve, mi sesión de llanto y el olor a apareamiento mientras nuestra habitación como un ascensor celestial se alzaba en la noche hacia las nubes nevosas… ¿No lo has olvidado? ¿Pensaste que tu pitu era dorado y que de repente me había hecho adicta a ti, follador celestial y divino? Nada de eso; yo tampoco tenía ganas de viajar en el autobús de la noche por Gorski Kotar cubierto de nieve, y me esperaban en Opatija igual que a ti en Krk. Para entonces yo ya estaba mordida por los registros psiquiátricos y medicamentos desconocidos. Mercancía defectuosa, así que nadie contaba conmigo en serio. La misericordia de los padres cambió el amor de los padres. Y esa misericordia me crucificó y dejó en este manicomio.
Estoy callado y trato de no pensar en mi padre, en la cita acordada con su médico. De nuevo me agarró con la misma trampa. Vacilo y me quedo.
- Deja el pasado, de nada sirve – la consuelo sin profesionalismo y poco convincente.
-Sí, había que soportar aquella noche y esperar la mañana y por eso, con la ayuda del Tercer programa de la radio condimenté un follar regular con un pequeño espectáculo nocturno. Toda la verdad está en la exageración y por eso en esta institución a mis espaldas hay más verdad. Toqué mis deseos; los lamí a todos ellos muy joven y el asco me hizo sobria brutalmente. El ego creció del deseo; él es el tumor del deseo. Leo, ves, todo el tiempo leo y no dejo de olvidar; como si todo el tiempo estuviera en la misma página con el mismo título. Recuerdo sólo las descripciones de los personajes y por eso sé que ya he leído ese libro.
 La terquedad es más aceptable que la incoherencia. Derrotada por la enfermedad, en las escaleras de aquella Institución, Verena una vez más presentaba su acto. Disfruta de mi confusión igual que aquella noche hace tantos años, y un soplo de alivio y satisfacción las dan color a sus mejillas. Su monólogo y la estadía al aire libre se acercaba a su fin, su „salida“; probablemente estaba limitada y su mirada a mi reloj de pulsera anunciaba nuestra cercana despedida.
- Lo más fácil es dominar el sentido de culpa, cuídate de eso, Verena, todos somos igualmente culpables. Mejor juega, por pequeño que sea el espacio y libérate de los grandes deseos; así es más fácil porque al final todo toca a nuestra puerta y pide su salario. Deja de escribir poesía y escribe el diario, ¡eso ayuda!
Todavía inconscientemente contrabandea el deseo y con astucia echa una bocanada de humo, vacila. Desiste y vuelve de nuevo. La resignación furiosa no conoce el descanso. Una rara dulzura y enorme tristeza trata de vencer la intranquilidad.
- No ayuda nada, créeme. Quizás esta química de pastillas en mi bolsillo…
Trato de abrazarla, consolándola, amistosamente. Verena se quita y de nuevo pone su dedo en mis labios:
- Vete, tu padre te espera está en cama; él está todavía peor que yo, y nosotros… seguramente nos encontraremos de nuevo…si alguna vez pasas por aquí. Pero, no entres, nos vemos solamente si estoy aquí afuera en las escaleras ¡y no preguntes por mí! Déjame en paz, oyes: ¡déjame en paz a mí y a mi nombre, y no preguntes nada! La próxima vez estaremos menos sorprendidos y con algo más de tiempo, y ahora tengo que regresar, la confianza, ¡sabes! Terapia, libertad, las cadenas de los tranquilizantes…me confiscaron la libertad, me vendí muy barato, me entregué como drogadicta por un puñado de pastillas. Solamente les doy la espalda para no ver sus hocicos. Sobreviviré de alguna manera. Deja el sentimentalismo; las raíces de la libertad se encuentran en la esclavitud, yo soy esclava para poder estar libre. Tengo que ser buena; si no, podría ocurrir que por mucho tiempo no reconozca a nadie, me borran todo. El anonimato sobre medida es peor que la muerte; entonces estoy por muchos días totalmente nueva, recién nacida, pero no puedo vivir sola entre extraños… No me mires, vete. Tu padre te espera.
 El malestar llenó el espacio; siento el olor a alma quemada. No entendí su pensamiento esquivo, se acumuló demasiada mala poesía en un mensaje confuso. Una tranquilidad desagradable de volcán dormido por un tiempo la mantendrá en el mismo rumbo y luego entre cambios y registros se le perderá toda huella.
Se despidió de mí con una mirada llena de lástima; con un cigarrillo recién prendido en la mano, saludó mi confusión. Antes de llegar a la esquina, eché una mirada más. Verena se levantó y tiró la falda para cubrir sus pantis rotos.
-        ¡Y no te acerques sin llamar – de repente y sin anuncio, pronunció la vieja; desaliñada y con voz ronca –  sigue tu camino y dame unos centavos para los cigarrillos! Se fuma mucho.



RECONOCIMIENTO    
            (Prepoznavanje)        
            Murió demasiado pronto; y él mismo hubiera revocado sus enseñanzas si hubiese llegado a mi vejez. Friedrich Nietzsche (Así hablaba Zaratustra)

No ocurrió por casualidad como nada pasa sin el soplo del destino y la persistencia de la pura cabeza. Tantos años preparado para todo y para cualquier posibilidad. Hasta aquella de que he sobrevalorado mis razones y acepté el castigo; me di gusto fuera de toda medida, bajo todo nivel profesional y añadí una crueldad innecesaria. Probablemente esta vez sometí el trabajo al ajuste de las viejas cuentas, salté la cadena de mando, todo lo que por muchos años obstaculizaba o aplazaba la ejecución. ¿Venganza, cómo resistirla? Quise a toda costa verificar la fuerza de la voluntad opuesta a la ira explosiva de la venganza, comparar los espasmos intestinales, mi carácter colérico y mi seria preparación profesional. Me cosquilleaba la fría indiferencia del trabajo en contraste con el carácter impulsivo. Y, por fin salir, aunque en contra de la conciencia y de la gente.
Planeé y pesé largo tiempo, muchos años estuve al asecho y callado, y ahora por fin me decidí a sorprender a la vieja criatura y mirarla a los ojos. Medir mi impertinencia en su sorpresa y por fin desde la mirada de Molkut leer el pánico y el miedo: oír de su garganta el estertor del arrepentimiento y sus motivos. ¿Por fin escuchar qué querían lograr con las liquidaciones masivas? Enterarme de las circunstancias, sus nombres, hasta los detalles más repugnantes; lo que la precedió y quién fue el que por fin tomo la decisión (¿) la cadena de mando (?), en   nombre ¿de qué y de quién?… ¡el nombre del maldito director! Simplemente paciente y de corazón vacío escuchar todas las excusas, mentiras, trucos…. y aceptar el riesgo de llegar a ser como él o semejante y resolver todo de una vez, con la justicia y no de acuerdo a la ley. Probablemente decidirá el momento, alguna falla o detalle: la garganta seca y el momento inexplicable de la indiferencia.
¿Quizás sólo asustarlo a muerte, helarle la mierda en los intestinos, beber su miedo, tomar un sorbo de horror en sus ojos y sin embargo dejarlo vivir para que disfrute en el horror de su vida cotidiana? Declarar libre al viejo vampiro, golpearle el sello como a un pájaro condenado a la flecha para ser comida de cada cuchillo y alivio de toda furia. Y que cada momento le sea totalmente incierto, emboscada su cotidianidad ordinaria y espera mortal. El castigo tiene muchas caras; para comenzar será una simple conversación, helada y sin gritos, babear, sin ningún tipo de imputaciones y adornos históricos. ¿O mejor brutalmente sincero, silencioso a dentelladas, penoso si es necesario; que por lo menos de una vez todo pase sin engaños y repetidas mentiras? Con dolor hasta la verdad, cuando la verdad no tiene por donde salir sino por la garganta. Y cuando el sufrimiento llega a ser tan banal y barato, siempre en la mano como dinero suelto en el bolsillo. Y cuando la indiferencia nivele el futuro – ¡tomar la última decisión!
No caer en la debilidad del anciano, ni el Hombre de Orejas Caídas se preocupaba de la edad de la gente agotada en las largas filas de los humillados y despreciados. Las filas de los traicionados y entregados a la viva oscuridad de las cavidades de las minas. Otros miserables fueron extraditados a la cal viva; algunos seguían adelante, entre ellos y mi padre. Ya llegando a Vinkovci tenía los talones llenos de pus y veinte kilos menos que en el momento de la partida en la frontera entre Austria y Eslovenia. El vía crucis. Y cuando pensó que por fin había terminado, casi todos murieron en el camino o fueron sacados de la fila de cuatro en cuatro, cruzaron el umbral del infierno y entraron a Serbia.
En realidad, toda mi juventud me preparaba para la lucha contra la generosidad cristiana y el miedo infantil del ojo todo vidente. ¿Qué tengo que ver yo con la misericordia?, ¡primero la justicia, y el perdón para aquel quien lo merece! El Viejo Testamento es mi rígido maestro. La Guerra por la Patria sólo parcialmente cauterizó las heridas abiertas en la juventud; quedaron muchas cosas sin terminar; pocas preguntas encontraron sus respuestas. Habría que ponerse de acuerdo solamente con Dios, con aquella fuerza infalible en el tope de la pirámide que no se puede engañar, la que todo lo ve y nunca olvida. Mi madre me obligaba a rezar por el profundo y eterno olvido, por el perdón que sana. En vano porque „Las Leyes”, concisamente decían que debo hacer.   
Ahora estoy, al menos así lo siento, listo finalmente para todo juego de la incapacidad anciana: resistente a lágrimas, sollozos, súplicas, adulación y el babeo falso de los ancianos. La misericordia es dominio de Dios; la gente de ella no debería que saber nada. Todo lo han entendido mal y generosamente fingen sus asistentes. Estoy bien preparado y resistente a las inútiles palabras de arrepentimiento, a los transparentes espectáculos de la astucia; resistente a la traición eterna, a todas sus caras de palabras dulce y a la intriga engañosa. Por fin estoy limpio de la bondad hipócrita y libre de hostia en la mano temblorosa; estoy duro cuando se trata de lágrimas y sin piedad cuando se trata de escenas de debilidad falsa y de arrepentimiento orgulloso, de cada pizca de mentiras oportunas. La verdad está conmigo: se alimentaba de mi furia y calmaba su sed con las tibias lágrimas de la debilidad infantil.
Tantas veces en silencio comí y bebí la ira impotente y durante los largos insomnios busqué los motivos verdaderos de mis irrupciones vengativas. Enumeraba todas las atrocidades del Hombre de las Orejas Caídas y las víctimas de mi familia, me acordaba de terribles escenas y el horroroso mal olor de muerte en la oscuridad profunda del foso tapado de la mina. Apuntaba sus crímenes y los comparaba con mis actos. Y no dudo, ya no más, de que todo lo he aceptado como parte de mi educación y mi destino. Sin embargo, esto es solamente un trabajo con un final feliz; quizás: la simple liquidación de un asesino de masas sin huella escrita, sin una orden, cualquier tipo de informe, sin nada de nadie… Sólo la continuación reforzada del aprendizaje de la temprana edad, fuerte iniciación para un niño sin padre abandonado a sí mismo y a la prodigiosa capacidad de escapar de las garras del orfanato, de la pobreza de la postguerra, de la desnutrición y sobrevivir los acosos de niño huérfano. Ahora nada me debe parar; no hay que vacilar, suavizar o dudar. Ningún vodevil de la catarsis, de redención, absolutamente nada. Ni las lágrimas de arrepentimiento, ya no se aceptan; ¡qué se queje a Dios cuando se encuentren! Solamente me va a enojar más; las lágrimas sólo halagan mi furia.
Profundización innecesaria en mi propio odio, en gritos y babas. Se acabaron las dudas. Los lamentos y súplicas del viejo vampiro solamente endulzarán mi deseo y apagarán el adormecido deseo de empatía.
Me enojo innecesariamente y pienso demasiado. Se acabó; nada y nadie puede ayudar al Hombre de las Orejas Caídas, mucho menos la cara hinchada y rodillas inflamadas en el arrodillatorio. Plegarias sin fin, charla celestial y súplicas son sólo el mendigar de la condena ya escrita y sellada. Nadie y nada puede disuadir. Ni todos esos cementados en el ojo de la mina, aquellos con un agujero en la nuca y muertos de hambre. Si ahora por milagro se reanimasen y pidieran perdón, la misericordia para Molkut, no les ayudaría. Ni mi padre en el estertor con la garganta tajada puede pedir misericordia por él. Nada ayuda, ni siquiera el dato de que la confrontación tendría que ser solamente “un trabajo limpio”, audición de un acusado de terribles crímenes contra la humanidad.
Quizás sin embargo me embebió el poder dado por la justicia celestial y el derecho humano de aclarar una larga y oscura noche. Esa sensación hechizadora de hombre justo: llamado por el destino, escanciador temporal. La helada comida de la venganza servida como postre al final del viaje; el periodo de búsqueda de los perros; esta noche debe terminar, de lo contrario, todo sería en vano.
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Mi padre después de todo sobrevivió; lo salvó la “la floja mano” del verdugo, probablemente el cansancio del asesino y el filo no cortaron la aorta y cuando cayó la noche salió de debajo de los cadáveres sangrientos. ¿Providencia divina o se ha salvado para que con la experiencia del chivo expiatorio pueda atestiguar de un mal incomparable?
            La astucia tiene miles de caras y sin número de muecas, pero el llanto del verdugo es la máscara más exigente. Empacando la bolsa de viaje todavía me pregunto ¿si estoy listo para mirar la máscara en sus ojos huecos o es quizás el momento para ponerla en la cara, a causa de curiosidad y anonimato? ¿Puedo liberarme de una falsa generosidad? Porque ahora yo estoy en la posición superior del árbitro y sólo de mi depende; estoy especialmente preparado y educado para los intentos babosos de compasión y de un convincente lloriqueo.
Y siempre lo mismo o parecido: regularmente las lágrimas teatrales y baboseos, maldicen el destino y aluden a la subordinación vertical. A aquellos de arriba; ¡por Dios, la responsabilidad del mando! Nunca se les ocurrió que allá “arriba” está Dios y no sus generales, comisarios, secretarios y el legendario mariscal. Y no ayuda, para nada; me aterra su terrible actuación y eso es su crimen imperdonable – esa astucia pueblerina y el ataque traicionero a mi inteligencia y al buen gusto. O al final todo terminaría en el dinero, dinero serio al alcance de la mano, quizás a cinco-seis pasos, el verdadero tesoro escondido en algún sitio de la casa de verano; ¿acabar en las joyas rapadas de los cadáveres o de los agonizantes? Todos los ejecutores guardaron su dinero en efectivo, coronas de oro fundidas, llenaban sus bolsillos con relojes y joyas. Por si acaso, la huida, naturalmente. No, no me interesa su dinero sangriento; ellos no pueden ofrecer nada, ni siquiera su vida sin valor; me da asco todo lo que tienen. No se trata de venganza y del saldo de los daños, sino del castigo.
Al mismo final, cuando desaparecen los argumentos más fuertes, todos gimen y chillan; ellos y todos los demás. Y los más duros verdugos se deslizan en sus propias lágrimas y su sinceridad babosa. Por eso en seguida contestaré a la lágrima con el hielo del desprecio y el filo al corazón. También, aprovecharé a su familia; la echaré al cráter de la nivelación. Así empezó todo con Mojca, intencionalmente. Con flores y pequeños regalos, en silencio y sin escándalos; pacientemente y sin ninguna señal de intención, nada, sin anuncio. Hace mucho que estoy adentro; por años soy la persona de su mayor confianza; instalado dentro y oculto en el mismo corazón de su único amor, su hija única. Molkut ya sabe desde hace un tiempo que a través de su hija un desconocido entró a su pecho y le envenena el resto de sus días. Juego en el umbral de mi casa con el corazón de Mojca en mi mano, salgo a pasear con su nieto. Esta noche Molkut y yo nos veremos por primera vez bajo el mismo techo.
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El bosque de medianoche lleno de un frío desagradable, espera los pasos silenciosos de un intruso. Las hayas en los bordes de la carretera captan el aliento de la noche taciturna y el follaje seco del temprano otoño tiembla como si captara los movimientos de los pasos silenciosos. El intruso ya llegó. Aquí estoy, lleno de fuerza de voluntad, y otros intrusos, si fuese necesario, después limpiarán las huellas. Y como si nada hubiera pasado porque ¿a quién le hace falta el Hombre de las Orejas Caídas?
La cabaña de caza es de considerable tamaño. Está iluminada con lámparas de petróleo y la temblorosa luz amarilla juega con las sombras. Mojca ha encontrado estas lámparas en una tienda de antigüedades en Liubliana; las encontramos juntos, ella por varios días las limpió y brilló. Así es su departamento en Liubljana: la secesión de Viena en el puro centro repleto de objetos innecesarios y bien conservados. Las huellas de los ex dueños las borró la Revolución; solamente los muebles, objetos y preciosidades de los antiguos dueños sobrevivieron.
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No tengo prisa; despacio me lavo las manos y luego me afeitaré. Espero que Mojca con los niños vaya a tomar café y conversar con la vecina; probablemente también se quedará a cenar allá y a dormir porque hace mucho que no se ven. Abro la bolsa de viajes y pongo la ropa en el closet, tarareo una canción; espero que me baje el nivel de adrenalina y que mi garganta se libere de la furia. La gran maleta de Mojca, todavía desempacada, se encuentra sobre la cama. ¿Pensaba que nos quedáramos aquí una semana o toda una eternidad? Posiblemente piensa enviar a los hijos donde la tía Mariana y llevar a su padre de vuelta a Liubliana; todo esto para podernos quedar un día o dos solos, siempre la misma conversación sobre nuestro futuro. Desde que ha abandonado a su marido, no cede y su familia discretamente la apoya en eso, convencida de que yo soy buena elección.
Respiré profundamente la frescura de la primera oscuridad y abrí brevemente la ventana del techo. Bajo por las escaleras y disfruto del crujir de los umbrales de madera. Los pasos me anuncian. No está mal; este crujir de la vieja escalera bajo los pasos del destino. 
Esta mañana el hermano de Mojca trajo al Hombre de las Orejas Caídas a la cabaña y en seguida regresó a Liubliana. No quiere estar con su padre; alcohólico y adicto a los juegos de dados. No soporta la sombra de su padre, sus objeciones y el tono de mando que va con sus  brillantes medallas. Hace mucho tiempo que han roto sus relaciones; todavía la madre estaba viva y conciente. El hermano no regresará hasta mañana en la noche; tanto podrá aguantar supongo, si siquiera viene estos días festivos.
Un fuerte olor a morgue llena todos los espacios de la cabaña; el culpable de esto probablemente es la ama de casa, vieja compañera de la Sexta División de Lika; ella “ha preparado” esta mañana la cabaña para Mojca y los invitados. Solamente, la compañera Yovanka ha olvidado abrir las ventanas y ventilar la cabaña. En la sala de estar las ventanas están todavía cerradas y el olor a aire viciado y a gorgojo se puede palpar. La gran chimenea con la viga transversal quemada está llena de ceniza y restos: grandes pedazos de leña sin quemar; todo lo demás en la sala de caza está bien ordenado y mudo. Las cabezas disecadas de animales llenas de colmillos y cuernos se asoman desde las paredes y escuchan mis pasos crujientes.
Y Molkut también es ya como un invitado; en los últimos tres años no ha dormido en la cabaña ni una vez. Todo el tiempo tiene frío; hasta bajo el sol de agosto en Jadranovo.


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Ya desde los últimos peldaños me di cuenta de que en uno de los tres sillones de piel está sentada mi presa y mi bocadillo de esta noche. Espera en silencio. Hasta y bajo la escasa luz, en la cabeza totalmente calva de Molkut se destacan las grandes orejas transparentes y la queratosis con llagas allá donde alguna vez terminaba la frente y crecía el pelo. Un verdadero hombre del pantano con las orejas caídas. Una cáscara de forma humana; de ojos húmedos y con conjuntivitis, parece miserable y aterradora. No se parece ni en lo más mínimo a sí mismo en la fotografía con uniforme de coronel de la policía secreta yugoeslava. El murciélago albino de grandes orejas rosadas sentado en el sillón enorme mira fijamente delante de sí, al vacío. Si no jugara con el bastón, parecería disecado. ¿Es totalmente ciego o muy miope? Disfrazado de paciente, de impotente ciego, atentamente escucha el crujir de mis pasos en la escalera.
Tenía que suponer quien venía con su hija a la cabaña de caza o por lo menos presentir la presencia del desconocido. Su nuevo pretendiente de edad media y de origen desconocido, la persona de biografía turbia y vacía... no pudo relacionar y todavía menos desenlazar los nudos del pasado; sólo pudo sentir la presencia del extranjero callado y dudar ¿por qué su hija lo trajo después de tanto tiempo a las montañas?
Paro el aliento y en silencio observo mi presa de tantos años. Un trabajo limpio; por primera vez a tan corta distancia, muy cerca y al alcance de mi capricho y humor.
Él, sin lugar a dudas, es él, pero sus lágrimas no son suyas: el purulento líquido corre lenta e inconteniblemente de las cavidades inflamadas. Cadáveres inflamados y ahora jugos cadavéricos gotean bajo su ceguera. Con la boca abierta de par en par trata de reemplazar su sordera anciana. Se transformó en una boca muy abierta e impotente; sin miramientos se apoya en la compasión. No, en realidad ni piensa en la entrega; ya sabe que poco le pueden quitar.  
En cuanto pisé adentro, me dirigió su mirada de ciego y en vez de saludo se rió sin voz. Reconoció la situación y al intruso esperado. No sabía quién era yo, pero sabía que era. La verdadera chispa de miedo en sus ojos turbios pudo ser suficiente; en vez de chispa, de repente su boca se cerró repentinamente como si alguien la hubiese tragado. Ya algún tiempo después de la caída del comunismo estaba marcado como objetivo y con esto vivía muy cómodamente sabiendo que tenía su protector en el nuevo gobierno. Sin embargo, no entendió que este encuentro en un lugar remoto de Eslovenia era algo totalmente diferente, sin relación con los acuerdos tácitos.
Por un momento vaciló impotente, se esforzaba por reconocer los contornos de la figura parada cerca a la puerta. ¿Acaso miedo o sólo curiosidad, pudo tomar quizás su gesto de temerosa precaución como pago? No podía, no era suficiente y ¡es demasiado pronto! Persistentemente callo; estoy parado cerca a la puerta. Todo el tiempo de esta noche temprana está en mis manos, a mi disposición y por eso a propósito metí mis manos profundamente en los bolsillos.
X
            Cuando se dio cuenta de que el silencio podría durar eternamente, Molkut extendió la boca en la mueca de una sonrisa conciliadora. Quién sabe cuánto tiempo se ha preparado para este caso. ¿O advirtió la misma mueca en su presa cuando esta se halló en una situación sin salida? Con voz silenciosa, casi un susurro, empezó su monólogo:
- Le traicionó la pesadez de sus pasos; esto le impresiona, ¿no?, representar el destino con la pesa en la mano y con el cuchillo en la cintura. Un verdadero vengador sostenido por la justicia ¿no? Y por primera vez estamos solos, ja, ja, ja, ¿no? Evitándonos meses, años... Ocasional o intencionalmente no lo sé, eso lo sabe usted, ¿no es así? Es parte de su escenario, ¿verdad? – pronunció el viejo murciélago incrédulo y prudentemente.
La ronca voz del anciano quedó tranquila y llena de reprimida amenaza. Voz acostumbrada al mando.
- Y ahora, bajo el mismo techo en este lugar en un sitio alejado de Eslovenia, bajo la cumbre de la montaña, ¡en medio del bosque donde la zorra se aparea con el lobo y sus bastardos se esconden en el bosque más profundo para que el mundo no les vea, ja, ja, ja, ja! – esta potente risa es una bienvenida preparada.
Todavía cree ilimitadamente en su inteligencia, el terreno doméstico y su apreciación e   insiste en su presunción. No cede. No respondo y después de larga y desagradable pausa, continúo con el silencio y controlo mi respiración. No me desquició su ceguera. Me quito y desaparezco como si no estuviera allá y como si la venganza de otro estuviera frente a su bocado apasionante. El sitio huele a enfermedad.
- No recuerdo su nombre. Su nombre no me dice nada: Milius. Ah, sí, me dijo Mojca hace algunas semanas. ¿Probablemente inventado por conveniencia porque usted es demasiado joven para haber cruzado mi camino alguna vez? Su corazón es joven, oigo su pulso, cubre bien su ansiedad. El Hombre de las Orejas Caídas empezó a toser a propósito como sí lo siguiente fuese algo muy importante –¿quizás, miedo? Pero, hijo, ¿tengo yo algo con usted o usted conmigo...? ¿Quizás tendríamos que hablar de los planes suyos con Mojca... No lo creo; ¿usted tiene su plan?
Es demasiado directo; correcto investigador, a su monólogo lo impresiona mi presencia. Anda furtivamente por la casa, cuidadosamente y decidido, pero sin consideración. No, usted es un desconsiderado, el que ha decidido algo o ha confundido el trabajo y las cuestiones personales... Si no, ¿quién tiene todavía cuentas pendientes conmigo y quién le envía..., porque, quizás podamos arreglar todo esto de otra manera? Pregunte, dígalo libremente; estamos solos; ¡y sin falsa vergüenza, por favor! Al final todos desean lo mismo: solamente que se les pague más y mejor por su espera y la cantidad de paciencia invertida.
Sigo en silencio, apenas respiro y apenas soy alguien; lentamente ya empiezo a corroer su paciencia y su autoridad, me siento frente a él sin decir nada, cuidadosamente sigo escuchando: Molkut sabe que cada palabra pronunciada le puede costar demasiado y que se equivocó con su monólogo. Lo mejor en todo es escuchar, así lo educaron.
- Pues, ¿el intruso silencioso, pueda ser un amigo desconocido, un confesor.... de eso no nos enteraremos hasta el final? – el hombre murciélago se da cuenta y aprueba alegremente mi decisión de sentarme. – ¿Y esto es un nuevo método: con el silencio hasta la verdad? Callada investigación. ¿Como si la verdad fuera una pera podrida que cae de por sí al regazo? ¡Sólo tienes que sacudir un poco el árbol! Solamente los comerciantes asustados se callan y piensan que de esta manera mantendrán una mejor posición para negociar. Lo más fácil es estar callado; pero dígame, joven compañero, si ambos sabiamente callamos ¿cómo sabremos quién ha hecho el mejor trabajo y cómo terminará todo esto; esta noche?
- Esta tarde – lo corrijo cortésmente – no tenemos mucho tiempo.
Siente que las riendas están en sus manos. Ignoré su oferta, lo que significa que la acepté y el dinero y los valores están al alcance de sus manos, ¿una parte quizás escondida en esta cabaña?
- Está seguro de que pueda pagar cualquier precio? – le pregunto repulsivamente claro, despreocupadamente y de voz incolora como un pasajero sin interés y como si nos conociéramos de hace años: como un comerciante a otro.
- ¿Está solo, desgraciado? – no contesta a mi pregunta sino aprovecha la ocasión para conversar y de paso informarse él.
No contesto a las preguntas de control sino me callo y observo la fotografía de Tito, colgada en la pared entre dos cabezas embalsamadas de jabalí; los cuernos de un ciervo están en la pared opuesta. Al lado de la foto de Tito se encuentra una más pequeña, de la guerra. El Hombre de Orejas Caídas en uniforme de partisano, coronel del Cuerpo de la Defensa Nacional Yugoeslava y el Hijo Mayor* en su uniforme de mariscal inclinados sobre una mesa fuman y miran un mapa o ¿algo dividen o entierran?
- ¿Quién más vino con usted? ¿O eso también es su secreto del complot? – pronuncia en tono impaciente, reproche burlesco. No cede; el despecho lo hace ciego, la espera lo carcome y la impaciencia lo absorbe. Por eso juega con las flores secas en un florero de cristal poco profundo y cuadrado. 
- ¿Quiénes somos nosotros? – le contesto – ¿y por qué necesitaría a alguien más? ¿No somos nosotros dos suficientes para terminar con todas las cuentas corrientes y aquellas resbalosas?
Su debilidad es evidente, pero todavía está lleno de su autoridad anterior. La verdadera escuela soviética de oficiales, ramo diplomacia militar. El primer entrenamiento tuvo lugar en la Masacre de Katyn, luego la producción de la muerte perfeccionada y aumentada en los campos de muerte eslovenos y al final las manos sangrientas se cubren con los guantes diplomáticos. Autoritario y enojado. No acostumbrado a la debilidad, Molkut levanta el tono como si se
*El Hijo Mayor así se decía de Josip Broz Tito (N. de la T.).   
encontrase en su gabinete con las piernas cruzadas sobre la mesa o hiciera un discurso a los compañeros seleccionados del DNY antes de la acción en Kočevski Rog y Huda Jama*, su cara carcomida arde de la ira. Lo encontraron en su hogar, impotente. No logra nada ni con las preguntas rápidas, las interrogaciones se multiplican y quedan sin respuesta. Tiene la garganta seca, aparenta tos.
- ¿Qué es lo que en verdad quiere, desgraciado? Escupe lo que le atormenta o ¡desaparezca de nuestras vidas por esa puerta al fondo de las escaleras! – mala presentación de indiferencia, de nuevo termina con tos.
De nuevo nos llena un silencio ansioso; a propósito, prolongo la respuesta como si la pregunta no fuese dirigida a mí. Me levanto y con el chuzo revuelco los restos de ceniza como si buscara algo.
- Todavía nada; en realidad nada personal, Molkut, solamente así de paso… quiero llenar los lugares vacíos, que solamente se llenen las rúbricas y ya de una vez se cierren los archivos. Que las cubiertas de plástico dejadas en la oscuridad de los archivos y a la curiosidad de los historiadores duerman tranquilamente su sueño eterno. Esta es una inusual, pequeña fiesta o cruel broma, depende de usted. ¿Me sigue? Todo depende de aquellas mentiras pequeñas o grandes que esta tarde y esta noche escuché de usted. También podemos hacerlo de otra manera; de nuevo va a ser el principal, ¡pero bocado! Solamente esta noche y nada más, mañana es lejana e inalcanzable y yo no contaría demasiado con ella. Actúe con estilo porque no hay prueba general ni notas. Inclínese y empiece; el escenario es todo suyo y yo soy su único espectador y juez.
El Hombre de las Orejas Caídas escucha detenidamente mientras sus párpados tiemblan como mariposa nocturna; bajo la luz titilante de las lámparas de petróleo su esclerótica y sanguinolenta pupila parece hacerme un guiño. Calla persistentemente y no me interrumpe: espera de esta manera compensar mi ventaja. Continúo claro y parcamente:
- Así: su espera y mi trabajo aquí… podemos estar así días y noches: mi paciencia de depredador tiene su objetivo; la meta es clara y ¿a cuál de nosotros dos al final le tocará el placer más grande? Mi paso silencioso hacia usted, bocado asqueroso y la discreta entrada * Lugares en Eslovenia donde después de la Segunda Guera Munidal fueron encontradas las fosas comunes de las víctimas de los partisanos (N. de la T.).                                                    
al círculo de su gente más querida… no fue tan secreto e imperceptible, ¿me sigue? Se dio cuenta y lo ha reprimido, ¡si ya no quiso ver y saber! A ellos les comerán las frías cuotas del castigo como su arrogancia ha comido a la gente enterrada viva, el deseo excesivo de congraciarse con los que eran peores que usted, el mal instalado en usted. Usted va a atestiguar el ajuste, pero sólo de una víctima, de las otras, acuérdece en el bajo-mundo. Y no, esa su fingida estupefacción de hombre ciego es totalmente inútil. No, no me roe la culpa ni en lo más mínimo; todavía menos me molestan las pesadillas; ellas me han educado y preparado bien para usted y para vampiros parecidos a usted. Yo respeto cada época y sus amos, todos les servimos a su manera, pero no más que eso. Lo tengo todo claro y con eso no tengo ningunas dificultades. Respeto el servicio y sus servicios. Usted no tiene demasiado tiempo, pero sí suficientes días para ver todo con su vista purulenta y comprender de que se trata. Cuando la oscuridad le cubra totalmente los ojos, seguirá oyendo; los gritos sobrevivirán su oído.
Molkut parpadea y busca un pañuelo en el bolsillo. Con fingida torpeza de anciano esconde su aparente sorpresa. Sin embargo, está sorprendido y su garganta está inflamada por dentro. Por eso no me interrumpe sino me deja hablar y en pánico me toma el perfil, este es el método antiguo de la escuela de la policía secreta; de los pertenecientes a la Comisaría Popular de los Asuntos Interiores. Saco del bolsillo un paquete de pañuelos de papel y los empujo a sus manos. El póker todavía se encuentra en mis manos. No quiere ver mi gesto con el pañuelo, mira en dirección de mi voz y el brillante chuzo de bronce. Decidido y con despecho agita la mano. Ciego.
- Prefiero los míos, gracias. Higiene, ¿sabe? – El despecho sale por la máscara de controlado nerviosismo y por el momento de nuevo está seguro de sí mismo y calmado.
Y en seguida se calla. Pondera. Quiere seguir un nuevo comienzo y por eso con voz reconciliadora agita las manos. Espera y busca mis puntos débiles. En vano; busco cigarrillos y con el chuzo en la mano regreso al sillón. Fumo: uno y otro y otro…
- El humo es lo de menos. ¿no? – no es ni cuestión, sólo señal de irrespeto; por Mojca sé cuánto le disgustan los fumadores.

- Escuchar qué, ¿querido intruso? – Sabe que ya no está en la silla, pero le quedó el antiguo aire de arrogancia. La ira le aprieta la garganta. – ¿Qué más debo escuchar para salir de usted?
- Súplicas y gritos de tu propia carne; tu estertor no me interesa ni en lo más mínimo. – Me levanto y regreso delante de su fotografía con Tito y despreocupadamente sigo – No sé ¿por qué naciste y cuál es el objetivo de tu existencia? Eso ni el cielo lo sabe. Quizás mi placer con Mojca; banal, pero ¡vale ser mencionado! Tu familia no tiene la culpa, ¡ella es víctima colateral de tus pecados igual que aquellos vivos enterrados en tu camino hacia el gran líder de los malditos! Víctima colateral de tu sangrienta ideología leninista. Pero, ¡¿yo quizás sepa cuál es el objetivo del anunciado sufrimiento y muerte!? – me callo de repente y observo la cara del viejo murciélago. Nada, sin cambios. Una cara sin muecas, como si hubiera sido fundida en cera – Mi satisfacción, ella es el objetivo, solamente mi reconciliación con el veredicto y nada más que eso. Un castigo justo y eso no se logra sin su dolor. La venganza es un trabajo exigente y el placer más grande, pero esto es sólo el castigo. Un trabajo limpio como el momento en que se le regala una moneda al hacha del verdugo por su acertado movimiento. Rece, si todavía tienes lágrimas; si el cielo ha dejado algún espacio para usted y si puede encontrar las palabras adecuadas pronuncie la oración y no llore con las lágrimas de los asesinados. En el fondo de su arrepentimiento encuentre una suya, por lo menos una, para Dios será suficiente.
A través mi fría voz de la sentencia, pasó calladamente y con los párpados bajos, silencioso y reservado. Y de nuevo la actuación. No soportó mucho tiempo; el despecho diabólico empezó a hablar con endulzada monotonía:
- Querido desconocido: yo también tengo lágrimas. Mías y ajenas; pero no tengo que arrepentirme demasiado; ni por alguien ni por nada… y no tiene sentido romperme los miembros ni asustarme con algo. En vano tiene el chuzo en las manos; hace tiempo que  me he puesto de acuerdo con mi infierno y el nicho ardiente me calentará bien mis huesos viejos. Toda la vida me he congelado. Rusia es una experiencia helada, el mal es todavía más frío y el infierno ardiente un verdadero premio. No me arrepiento y nada reconozco.  De repente levanta la cabeza, mira en mi dirección, y su voz se hace más rígida – Y sé quién es usred. Engendro de nuestra inseguridad y vacilación, espíritu del pasado derrotado. Qué desvarías: en guerra todavía, los bandidos tenían armas y disparaban, pero todo les fue en vano. Y ahora le envían a usted, ignorante. ¡Miserables amenazas y gritos de los bandidos fascistas no me asustan ni en lo más mínimo! No, usted no es vengador; usted es un simple intruso y ejecutor pagado y no es mejor que yo, que nosotros a los que persigue, caza y mata. Yo soy un alto oficial del ejército victorioso, antifascista, y todos nuestros derechos son legítimos y es legal el botín de guerra y las vidas de los prisioneros de guerra también. ¡Éramos dueños de la vida y la muerte, ganadores! Y los ganadores no le rinden cuentas a nadie, ¿quién está por encima de los ganadores? Nadie; ¡y los dioses corren a la carpa de ganadores! 
El Hombre de las Orejas Caídas esfuerza su mirada turbia y de cualquier manera quiere alcanzar sus anteojos, con sus manos temblorosas recorre la mesa. Trata de acordarse exactamente donde los ha dejado y con movimientos inusualmente rápidos con las manos repasa a la mesa. Sus piernas lo han traicionado hace ya tiempo, pero sus manos todavía son fuertes y bien coordinadas. Sabe que esta vez la ceguera no le va a ayudar y sus últimos movimientos por la madera maciza de roble ya están llenos de pánico, especialmente cuando agarró el cajón cerrado con llave.
De todas maneras, está vacío; no hay pistola, los ladrones se la han llevado; hace dos días   limpiaron la cabaña de armas de fuego. Lo comprendió todo con la mano puesta sobre el cajón cerrado con llave y difícilmente cubre el temblor de las manos.
- ¡Me envía gente inocente e impotente, Molkut! ¡Queja de los pequeños santos! Mi concentración disminuye y el diafragma en mi estómago tiembla ligeramente. Ya siento el tirón en los ligamentos de mis manos y continúo con macabra cortesía. – Escuche sus gritos en las copas de los árboles y en el murmullo de lluvia; a veces la brisa trae su llanto... Este galopar en su pecho es el pulso de mi corazón, es el hervir de mi sangre porque para eso existen buenas y justificadas razones. Su sangre de vampiro mataba fríamente, por arrogancia y prestigio ideológico, todo eso para demostrar a sus amos su asiduidad; demostró que iba más allá de sus deseos y exigentes normas de matar. ¡¿Delante Mitja* y sus compañeros quiso llegar a ser importante y ganar el rango de
*Mitja Ribicic (1919.-2013.) – ex político esloveno, miembro del Partido Comunista (N. de la T.).   
general del crimen?!
Descuidado, de verdad descuidado, hablo demasiado y las palabras me enardecen sin necesidad; el astuto del Hombre de Orejas Caídas me roba el tiempo con habilidad y mi justificada tranquilidad. Diestramente se coló en mi ira y manipula; quiere enojarme, desquiciarme y ganar tiempo. Algo espera... ¿la breve ejecución del chuzo en mis manos o quizás que alguien de repente abra la puerta? ¿Mojca, sus hijos, alguno de los vecinos lejanos? ¡Su atención va dirigida hacia la puerta de entrada y espera que cualquier persona abra la puerta!
- No vendrá nadie, su hija y sus nietos no le pueden ayudar. Ellos también son como los conejos en un saco, impotentes. ¡Quizás ellos también esta noche cantarán aquella canción: ¡paja-heno, casa-fosa! Acuérdese del refrán y del ritmo de la masacre sobre las fosas y luego ustedes, muertos de alcohol, cantaban esta rima de verdugos en Bled. En el momento en que descansaban de la norma de gargantas cortadas y tiros a la nuca. ¿O me quiere decir que usted solamente traía la cal viva y llevaba a un lugar seguro el oro arrancado de las bocas; que tan solo contaba y registraba si se había cumplido la norma diaria de matanza?
La máscara lagañosa me mira con reprensión, superior, de lo alto, a través de la gruesa capa de la baba de los ojos, ahogado miserable pero mandón. No quiere escarbar por el pasado, aún calcula... vacila. Sin embargo, no renuncia; caricatura y carroña de venas hinchadas en las sienes hundidas, está forzada a un desesperado retiro. Está aplastado, silba y suelta veneno:
- Nuestro pasado pasó por estos territorios y en este siglo, pero reconozco que no teníamos que empezar sabiendo que vamos a parar en la mitad del camino. ¡Pero, era orden de arriba, de la oficina del Mariscal! Pues, necesitaremos la población; tenemos muy poca mano de obra, y falta poco para que se empiece con la construcción y la electrificación del país... y luego, casi comenzaba la primera pjatoljetka.* Todo era al revés y mal: ¡perdieron la guerra y los banditos fascistas tenían que desaparecer en sangre! Pero, no tienes a nadie a quién decirle eso, todos estaban entusiasmados con la victoria y generosidad de los partisanos. ¡Y así nos pagan por ser bienhechores; ¡con esas

*Pjatoljetka (ruso – periodo de cinco años (N. de la T.).                                                                                                                               
amenazas suyas y de los a usted parecidos fascistas clericales y aquí, bajo mi techo!      
 - Perdóneme por los cigarrillos y el humo, no les puedo resistir cuando se trata de una conversación interesante – enciendo el cigarrillo y con satisfacción inhalo el humo. – Pues, deje cigarrillos, ¿¡qué humo!? ¡Había que terminar con todos ustedes, había que liquidarlos todos, aunque fuera de hambre y con esos cadáveres alimentarlos! ¡Fueron banda y en eso quedaron! – trataba de levantarse del sillón; no puede y se queda sentado apuntando a ciegas con el dedo índice hacia mí. – Aunque comiendo lo recién apuñalado; primero, los niños, porque ellos son la comida más dulce y el mayor peligro. Siendo así, nos alcanzaron las manos de sus hijos. A todos había que enterrarlos bajo cemento en las minas y en las minas de carbón, ¡al menos minas había suficientes! ¡Vivos y sanos para que se devorasen mutuamente! Las crías de los fascistas con el tiempo fortalecen, a los niños el pasar de los años les da fuerza. El tiempo está de su parte. Sí, había que comer niños, primero a ellos, delante de los ojos de sus padres para que sepan que les espera al poco tiempo antes de que les llegue su turno, y a las mujeres dejarlas. Solamente a las bonitas regalarles nuestros descendientes, con el semen victorioso, y luego quitarles los hijos y enterrarlas vivas. Sus descendientes para Protectores de nuestra Revolución.
Desde el fondo de su ser enfermo, Molkut silba, amenaza y trata de destruir en mí la seguridad, enojarme y mover aquel chuzo en mi mano. Por fin oigo todo el plan y escenario abiertamente a plena voz. La disputa con el rechinar de dientes me llenó el pecho y me falta solamente una pizca hasta aquella sensación cuando me separo del suelo y quedo sin peso, sin cuerpo y memoria. Y todo lo que ocurrirá llega a ser solamente un recuerdo fuera del espacio y tiempo sin consecuencias, ¡eso pasa a otra persona o nunca pasó! No existe nada salvo el furor en el estómago.
- Sin embargo, el diablo los pegó a ustedes a su cola, ¡su descendencia es desdichada! ¡¿Y ustedes piensan que eso es sólo por caso!? ¿¡Pero, por lo menos no babee ni se defiende con mentiras de arrepentimiento!? ¡Eso lo aprecio, orejón!  Pero no ayudaría en lo más mínimo. Sin embargo, hago un descuento a su soberbia: tendré una más suave. La eternidad es demasiado corta para nuestro odio; nuestro desprecio es mayor que el infinito. Y nos odiaremos como si todo eso hubiese ocurrido ayer, aún esta mañana, de todo corazón y sin las muecas de un perdón hipócrita, de compasión y sin asco; completo y probablemente en vano, pero eso somos nosotros, nuestras dos memorias irreconciliables. Trabajo, ¿¡no?! y no hay enojo.
– No, en absoluto. ¿Solamente le enojo y esfuerzo el dedo índice derecho o pensó dividirme la cabeza con este chuzo o cortarme la garganta, eso les gusta más a la banda de los ustasha? Aquí estoy, no huyo y no niego nada, quizás satisfago su sed y hiervo la sangre – me interrumpe indignado y con mucha comprensión, y entonces de una pone un aguardiente en un gran baso y amistosamente, como si nos conociéramos de hace muchos años, bajó la voz: – Solamente deje a Mojca y sus hijos, mis nietos, en paz. ¿Por fin, no los ha empezado a querer y usted mismo? ¿Viven juntos ya hace meses? No tiene derecho de hacerles daño, un crimen del pasado es mala razón, el mismo pasado todavía arde, nadie le ha dado tal autorización ni la venganza lo exige, y menos la fe en el Cielo. Eso no es su trabajo. ¿Salvo si quiere yacer en el nicho ardiente a mí lado, ser como yo, ser yo o peor que yo? ¡No puede revivir a los muertos, la venganza es un réquiem y no puede triunfar con algo que no existe, con mi arrepentimiento, porque yo no me arrepiento!
¡Es bueno el Hombre de las Orejas Caídas, todavía violento! Trata de igualarme consigo mismo, empaparme en su propio pus, gotear su pus bajo mis párpados.
- No igual, por ningún motivo; dice bien: ¡mucho más cruel! Evolución, darwinismo, ¿no estudió eso en los cursos de liquidación de Moscú? ¿Y olvidó sus días de escuela secundaria en Graz y la perfección en la matanza en Katyn? ¿Y luego en Tezno* superó la norma de la matanza al doble? Podemos hablar así hasta la eternidad y bañar todo en la sangre de los inocentes y a los platillos de la justicia celestial agregar los cadáveres frescos de su hija y sus nietos... ponderar “el buen peso” de la muerte si el valor de la vida ya es tan tenue que no se puede pesar ni con la balanza farmacéutica. En fin, todo es solamente una tarea y hablo de esto con usted para redactar más fácilmente para mi conciencia el informe sobre un trabajo muy bien hecho. Yo no tomo represalias, no, ni en lo más mínimo, yo sólo castigo; yo soy el castigo para sí mismo y para los demás – me partió y con la fingida indiferencia trato de recuperarme. 

*Tezno – barrio en la ciudad eslovena Maribor (N. de la T.).

- Sabemos que estamos vivos, mi querido y bien afeitado vengador y esta es toda nuestra desdicha. Y ustedes los fieles creen que eso es una dicha. La vida como el regalo más grande, ¡vaya no más! Verdad suya y mía... ¿Quiénes somos nosotros?, no existe la verdad!  – Claramente enojado sopla en su sillón; no nos queda mucho tiempo, es más breve de lo que usted espera.
            En esta cuerda colgada sobre el abismo todo es posible; ocurrirá aquello inesperado e imperdonable. 

Traducción: Željka Lovrenčić            
                     
Davor Velnić (1953) vivió y trabajó en Italia, Reino Unido, China y en el Lejano Oriente. De momento vive y trabaja en Zagreb. Desde el año 1995 cuando empezó a publicar sus obras de prosa, publica sus ensayos, reseñas y críticas en las revistas literarias croatas. Entre otros, escribió sobre Francisco de Asís, Slobodan Novak, Grgo Gamulin, Miroslav Krleža, Noam Chomski, Yukio Mishima, Henry Louis Mencken....
Desde 2003 hasta 2009 fue redactor en jefe de la revista literaria La Rijeka Literaria y redactor de muchos libros de autores croatas.
En el periodo entre 2009 hasta 2011 preparó y redactó (con ayuda de Tonko Maroević, Antun Pavešković e Igor Zidić) la obra seleccionadas del escritor Slobodan Novak.                                       Es autor de diez libros. (Ž.L.).

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