martes, 28 de diciembre de 2021

DIEZ POEMAS DEL JOVEN AUTOR SINISA MATASOVIC (TRADUCCIÓN AL CASTELLANO DE ZELJKA LOVRENCIC)

 


 

silencio

(šutnja)

 

su comportamiento desde siempre la enloquecía;

la manera de estar sentado a la mesa

con la silla tan alejada,

la manera rara como sostenía la taza con la mano,

el machacar de las migas de pan por el mantel

con el índice alrededor de plato,

los sitios ilógicos donde „sembraba“ sus pantuflas en el corredor,

sus bostezos de elefante en los momentos

menos esperados del día o de la noche …

 

hervía y mantenía todo su dolor y rabia

profundo bajo la piel.

no quería permitir que la compararan

con su madre,

hoy una jubilada con ingresos muy decentes

 y todavía de muy digna apariencia.

 

su madre toda la vida criticó a su padre:

„tira esos cigarrillos,

cómo no te da vergüenza envenenarte y envenenar a los niños,

yo no importo;

de nuevo tienes mal aliento,

¿cuándo te lavaste los dientes por última vez?,

péinate,  

mírate al espejo,

¿por qué desapuntas tanto la camisa?,

no puedes ir así entre la gente,

amarra por fin ese pobre cinturón

antes de salir con el coche a la carretera,

¿quién todavía compra dos pares idénticos de tenis de una vez?,

¿eres un hombre o qué…?,

¡qué vergüenza!, ¡qué vergüenza!...“   

 

la escuchó por años y

por ella decidió pasar años callada.

ni por amenaza de muerte quiso permitir

que la sombra de la vida de su madre se inclinase sobre la suya.

 

pasaron los años,

los niños crecieron,

él todavía al almuerzo estaba sentado con la silla

a un metro de la mesa.

 

varias veces pensó en el divorcio,

pero ya en ese momento sabía que de eso no habría nada;

ya sabía que no era tan diferente

de su madre.

 

 la maleta

(kofer)

 

te lo recompensaré, lo prometo;

esas palabras las escuchaba desde que lo había conocido.

te lo recompensaré, lo prometo… 

te lo recompensaré, te lo prometo…

 

entonces tomaba ta n sólo un maletín y

la maleta con la ropa preparada de antemano

y viajaba:

a Liubliana, Viena, Dublín, Nueva York, Ciudad Atlántica…

todos los nombres de las ciudades

con el tiempo le llegaron a ser amorfos.

 

una mañana regresó sin avisar y

la encontró en la mesa de la cocina con el

repartidor de pizza.

el tipo ese estaba recostado en la mesa, de espalda,

ella se encontraba encima de él.

elección inusual como pose para la mesa de la cocina,

pensaría cualquier persona.

 

pero ella no era común,

lo sabía muy bien y a pesar de eso no la apreciaba lo suficiente.

 

al final, encontró fuerza para perdonarla.

era consciente de que la había malogrado,

daño total.

 

la situación era 50:50.

ella lo dudó varias semanas:

¿tiene esto algún sentido?,

¿quiere de verdad su perdón?

 

Lo pensó largo tiempo,

más de lo necesario.

luego empacó la maleta;

esta vez la suya. 

 

los mechones

(lokne)

 

cuando le dijo que ya no la quería,

el mundo se volvió patas arriba.

„podemos seguir juntos,

no es necesario que nos divorciemos“,

continuó de manera indiferente y

la dejó todavía más extrañada.

„no creas que es por otra,

simplemente ya no tengo ese tipo de sentimientos hacia ti.

así paso, joder,

¿qué quieres que te diga?

en realidad, el año pasado salía con una

peluquera del mercado.

no significaba nada, créeme. 

sabes, aquella peluquería en la entrada del mercado…

“una niña, pues,

estaba en prácticas.

te lo juro, no duró mucho tiempo“,

le puse sal a la herida con malditas tonterías.

 

como si a ella le importara

de cual puta se trataba o trata;

creyó él que ella jugaría el papel de detective,

ahora,

en sus cuarenta y siete,

mientras gastó con él los mejores años de su vida;

¿cómo siquiera pudo pensar que a ella le importarían

esas bagatelas?

 

se trataba de una cosa mucho más seria.

la vida,

le destruyó su vida.

Ella la derrochó en sus mechones,

de hace ya mucho tiempo grises y escasos.

Bien decía la difunta madre de él:

“córtate ese pelo largo, qué aparentas,

se te va a caer después de los treinta años,

ensériate“.

 

hace mucho que pasaron los treinta,

hace mucho que él dejó de ser un muchacho –

bajista de la orquesta del barrio. 

que tontería,

se lo reprochaba después.

 

ahora pensó por corto tiempo.

dio un paso hacia balcón.

de la cuerda donde secaba la ropa

la separaba medio metro.

ya veía como la cuerda se reventaba bajo su pecho,

vio caer su cuerpo

sobre los automóviles aparcados frente al edificio,

vio el tenue chorro de sangre que brota de su oreja.

 

entonces algo inesperado pasó por su cabeza.

corrió a su lado, paalizado de nuevo  

en la cocina y

agarró el cuchillo más grande que encontró a mano.

“¡No a mí,

a joder sangre sangrienta!“

rugió y por fin provocó

su reacción. 

 

romántica

(romantika)

 

en una fase de su matrimonio,

él empezó a pagarle por el sexo.

 

al comienzo ella pensaba que bromeaba y alardeaba con estupideces.

acostados en el sofá en la sala mirado la tele.

solos, el sábado en la noche, mirando una película aburrida.

Los niños adolescentes,

la hija de 17, el hijo de 15 años,

los dos con su equipo en salida nocturna.

 

empezó a pasar con las palmas de las manos abiertas

por sus pechos y bajar hacia su ombligo.

ella dijo: „ déjame “,

al principio, en silencio, reservado,

rápidamente después de eso, cuando siguió más abajo,

de tono resuelto y en voz alta:

“¡déjame, no lo hagas!“

 

él sintió como si alguien le hubiera echado un barril de vinagre por la cabeza.

 

tenía cinco años más que ella.

óptimo, dirían los sicólogos y las viejas de la aldea.

se casaron jóvenes;

ella tenía veinte y dos.

 

él ganaba bien, la complacía,

le compraba flores y regalos y

no olvidaba las fechas importantes en su relación.

 

por eso, le fue tan difícil cuando de un momento

ella perdió el interés por la ternura, cuando empezó a rechazarlo.

no entendía por qué.

 

esa noche decidió ser persistente y no rendirse.

le dijo

„déjame, estamos solos,

ellos no regresarán en por lo menos algunas horas.

„anda, te necesito“.

„y yo necesito un nuevo coche y no lo tengo“.

le contestó ella sarcásticamente.

 

„está bien, vale“, de acuerdo.

“¿perdón…?“ –  preguntó sorprendida.

„dije, ¡bueno! ¿coche nuevo? ¡bien, sólo di cuál!“,

despertó su incredulidad y,

sintiendo que había mordido el anzuelo, rápidamente continuó:

„tendrás un coche nuevo, haré horas extras sí es necesario,

en cambio, quiero que seas mía por lo menos dos veces a la semana;

por delante, y por detrás y la chupada.

no me interesa si usas píldoras o

un nuevo embarazo.

yo no voy a usar condón, los niños para mí no son una carga.

elige tú.“

 

pálida, lo miró algunos momentos y él no sabía

si iba a aceptar o con sus uñas pintadas iba a sacarle los ojos.

entonces, ella interrumpió el silencio y por fin dijo:

„bien. coche nuevo a mi gusto y el veraneo todos los años

en el extranjero.

y, por supuesto, empezaré a usar píldora.“

„De acuerdo“, él aceptó su condición adicional.

 

Los años siguientes los amigos familiares regularmente

los veían risueños y felices.

a nadie le fue claro el origen de este repentino cambio.

Ya irritaban ligeramente con sus caras radiantes y su

paso lleno de energía.

Las otras mujeres, ya celosas, empezaron a reprochar a

sus maridos:

„míralos como se quieren, como el primer día.

es un verdadero romance, un amor de cuento de hadas,

si por lo menos nosotros pudiéramos ser así.“     

 

iva

 

„quiero hijos contigo, al menos dos,

no acepto menos “,

así le dijo en vez de saludarla

cuando se encontraron en la calle

cuatro años después de romper su relación amorosa

universitaria.

 

y hoy en día le es difícil de explicárselo      

qué fue lo que le pasó en realidad,

qué la alentó para que aquel verano fatal 

le dijera que al comienzo del nuevo año académico se iría  

con el intercambio de estudiantes a Lisboa.

 

“¿y qué pasará con nosotros dos?“

ustedes esperarían que él le hubiera preguntado, pero no lo hizo.

en los años precedentes a esta escena

se acostumbró a tales escapadas.

sólo empacaría sus cosas y escaparía,

a veces por algunos meses,

dos veces por medio año.

Durante esos periodos casi no teníamos contacto.

de vez en cuando un correo electrónico forzado y corto,

escasas llamadas por el celular.   

 

finalmente, siempre regresaba.

volvía, llamaba, aparecía en el umbral y

seguían.

 

esta vez no lo hizo.

 

cuatro años desde su partida a Lisboa,

cuatro años sin una letra y sin noticias,

sin noticia clara, si estaba viva o muerta.

 

borró su correo electrónico,

canceló el número telefónico que había tenido hasta ahora,

apagó su perfil en facebook.

no le dejó ningún contacto.

     

sabía donde vivían sus padres y hermanos.

podía visitarlos,

tocar el timbre en la puerta y decir:

„buenos días, ¿no sé si me recuerdan?  

yo soy Daniel.

¿qué pasa con Iva, está viva?

no necesito saber nada más.“

 

varias veces fue hasta su edificio,

se detuvo a último momento, ya en la entrada.

 

si ya ha decidido lo que ha decidido,

que sea así,

concluía todas las veces y aceptaba el sufrimiento.

 

la amaba, la amaba sin fin,

nunca dejó de amarla.

 

y ahora, después de todo, de él sólo esas palabras:

„quiero hijos contigo, por lo menos dos,

no acepto nada menos.“

antes de decirle hola,

buenas noches, cómo estás, estás viva, oye…

 

lo miró sin entenderlo y desinteresada le respondió.

„eres el mismo de antes, no has cambiado para nada.“

 

no tenía necesidad de decir nada más,

ella siguió su camino.

petrificado, miró tras ella los veinte metros siguientes

entonces por un momento ella se detuvo,

se volteó y le dijo:

„para que sepas, vivo con otro.

estoy en Zagreb hace ya dos años,

te evitaba a propósito.

es mejor así, no me busques.

olvida.

“yo he olvidado.“    

  

cerezas

(višnje)

 

una mañana de primavera,

precisamente cuando las cerezas estaban en plena floración,

sacó la motosierra del garaje y empezó a enloquecer.

 

Ni uno de los vecinos preguntó por qué;

para todos era claro como en mapa abierto.

 

en octubre por primera vez dudó que algo

andaba mal con Ana.

el color de su cara y los delgados dedos de las manos

sugerían su problema.

si su embarazo y la bien redondeada barriga

hasta ahora escondían la presencia del carcinoma,

entonces el miedo se grabó en su corazón como una espada.

 

ella callaba la mayoría del tiempo

con una sonrisa bendita en la cara,

decidida a soportar lo bastante

para traer al mundo la pequeña Melita.

ese nombre le era el favorito entre todos los nombres femeninos,

igual que entre todas las frutas del mundo

prefería las cerezas.

en junio se ahogaba con ellas

comiéndolas a más no poder.

 

antes de casarse,

él en el huerto de detrás de la casa de sus padres,

cortó algunos árboles de su padre,

viejos manzanos y peros

y en su lugar sembró seis diferentes clases de cerezos:

desde aquellos que maduran muy pronto hasta aquellos que maduran

apenas a fines del junio;

todo por complacerla a ella,

para así conseguir

que viniera a vivir con él lo más pronto posible.

 

los médicos no tuvieron necesidad de decirle los resultados de las pruebas.

lo comprendió por la expresión de sus caras

al momento de salir del consultorio al corredor.

el carcinoma se extendió de un órgano a otro,

de este a un tercero; en menos de cuatro semanas pasó

de los riñones al hígado.

 

„Dios mío, Dios mío, ¿cómo es posible?“

susurraba a su barba por las noches cuando rezaba y rezaba,

con las palmas puestas y con los ojos completamente

secados de las lágrimas.

 

sabía que rezaba en vano,

sabía que rezaba por otra cosa,

por la vida de la pequeña Melita.

 

tristeza y alegría se entrelazaban con la rapidez de un huracán.

esperó la Navidad más triste de su vida.

solo con el pequeño envoltorio

del que tan sólo salían los deditos de las manos y los ojos de Ana,

los primeros meses grisáceos como son los ojos de todos los recién nacidos,

pero él sabía

sin falta sabía que pronto se transformarán en azules

como el Mar Adriático.

 

“¡en este patio ya nadie nunca comerá cerezas,

que se sepa!“,

gritó a plena garganta

cuando derrumbó al suelo el último árbol de frutas.

 

„sí, sí, por supuesto…

por supuesto, claro…

ya nadie nunca más….“.

aprobaban los vecinos mirándose los pies.          

 

 

el sobre

(kuverta)

 

se desbarató en el momento cuando el cartero le trajo el sobre

a su nombre,

cuatro meses después de que ella yacía bajo tierra.

hasta entonces se mantuvo fuerte como si fuera un roble de Eslavonia.

 

la noticia sobre su diagnóstico lo sorprendió cuando estaba al volante.

sabía que esto era una mala costumbre

 pero a pesar de eso solía abrir los mensajes SMS cuando conducía.

„Que vaina, cáncer“,

leyó en la pantalla del celular

después del examen médico general

que había hecho el verano pasado

como empleada de un banco estatal prestigioso.

 

todo en su vida hasta ahora había sido perfecto:

enamoramiento en la universidad,

fiestas estudiantiles locas en la capital,

comienzo de la vida en común ya antes de graduarse,

la mudanza a su ciudad natal en la costa adriática…

(decidieron que así era mejor),

un poco después una hija linda.

luego la tragó cáncer

en menos de un año.

 

no pagaba su cuidado en casa;

tampoco la acomodó en un sitio para que esté en cama todo el día. 

no porque no se lo podía permitir.

eran ricos.

decidió ocuparse personalmente de ella,

por un periodo paró su trabajo en una empresa consultora élite y

se ocupaba de ella.

se ocupaba, se ocupaba,

lo primero, la ponía en la silla de ruedas;

cuando ya no tenía fuerza y perdió peso,

la llevaba en brazos hasta el baño,

por último, la alimentaba con sonda, 

le lavaba las partes más íntimas del cuerpo diez veces al día.

fuerte como roca endurecida por los golpes de la borrasca

 

lo soportó todo sin derramar una lágrima

y hoy, esta mañana, este sobre.

solamente se sentó a la mesa y de él se derramaron cántaros. 

 

horror

(horor)

 

le gustaban las películas de horror, él no las soportaba.

 

esperaba estas películas los viernes después de medianoche en la tele;

no las prestaba en la videoteca.

después, al entrar la época del internet y tecnologías modernas,

también las esperaba el viernes en la tele.

eso le encantaba.

 

para él no significaban nada,

simplemente no prefería ese género cinematográfico. 

no las temía,

quitaba los ojos delante de cada escena de horror,

se ponía la manta en la cabeza

a cada sonido dramático musical –

todo lo que ella hacía.

 

ella temía cualquier escena peligrosa en una película común,

como no lo iba a hacer en una de horror;

pero, de todas maneras

por algún motivo inexplicable y masoquista,

esperaba y miraba las películas de horror los viernes.

 

a la mínima señal de que uno a otro le iba

a cortar la cabeza con la pila eléctrica o van

violar a una hermana menor o herir a una abuela

con un machete oxidado,

se acurrucaba con firmeza contra su cuerpo y él entonces

sabía sin duda que la va a follar todas las noches

de viernes a sábado.

es más,

su intuición le decía que miraba las películas de horror

porque la asustaban y al mismo tiempo de alguna manera totalmente loca y

retorcida le despertaban el deseo sexual;

ella sabía que él la ama incondicionalmente,

que siempre la abrazaría y  

le daría refugio,

la alentaría en el momento cuando la valentía la abandone y  

Bruce Willis en la película

Muere duro 4

 

que todo se vuelve un cero absoluto,

el origen de todos los orígenes:

ella sabía que en la noche del viernes al sábado recibiría

aquello con lo que fantaseaba desde su adolescencia;

él también sabía que iba a recibir aquello con lo que fantaseaba

desde cuando era un jovencito,

y horror…

¿no es horror lo que nos rodea?

¿no es horror nuestra vecindad más cercana y el universo más extenso?

¿no es horror la música de Gibonni[1]

la que ella adoraba

y él no soportaba?

 

y por eso, todavía más por eso,

apasionadamente la poseía en la noche del viernes al sábado

y ella gritaba, gritaba…

en honor a Gibonni,

a pesar de Gibonni,

ella gritaría.

 

ella dijo, él dijo

(rekla je, rekao je)

 

todo en su relación funcionaba perfectamente

hasta el momento cuando por primera vez se fueron a la cama

por once días enteros.

 

se conocieron espontáneamente

en compañía de conocidos comunes.

 

ella educada, buenamoza,

entrando a los treinta, libre.

él delgado, alto,

empleado en la administración de la ciudad,

apenas un poco mayor, divorciado.

 

intercambio de números telefónicos,

algún mensaje en los días siguientes,

conversación telefónica en la noche, después del trabajo,

primera, segunda;

primer clic,

primera cena, segunda cena,

clic definitivo.

 

él: ¿vamos a mi casa?“

ella: „mejor vayamos a la mía, me siento más cómoda.“

 

una copa de vino extra, dos,

besos, manos bajo la falda,

desnudarse,

cama,

el plátano…. caído.

 

en el pueblo se diría „no se le paró“,

en los círculos académicos se diría:

„no tuvo erección“,

y él confuso murmuró:

„no lo puedo creer,

eso nunca me ha pasado con mi ex.“

 

…¡!!qué!!! – empezó a silbar ella buscando nuevas exclamaciones y palabras.

„lo mejor será que te vayas“, agregó con voz temblorosa

recuperándose de la humillación.

 

„está bien, perdóname, eso no se repetirá.

„te llamaré mañana“,

dijo él poniéndose el pantalón.

„no creo “,

dijo ella y se apresuró al baño. 

   

la lata

(limenka)

 

tenía una ética envidiable,

y él era poeta.

no existe mejor manera de decirlo.

muy mal poeta.

hasta su propia madre se lo dijo  

en la celebración del cuarto aniversario de casados.

„felicidades, cariño,

no puedo creer que lo soportas tanto tiempo“,

se dirigió a ella,

de él hace ya mucho renunció.

esto fue un año después de que él decidió

ser cantante de jazz y

dos años antes de que probara su suerte

en la stand up comedia – las dos cosas sin éxito.

 

en la noche,

cuando después de un día de trabajo regresaba a casa,

lo encontraba en camiseta y boxers.

sus dedos y sus manos a menudo grasosos por las papas fritas;

con menos frecuencia por las palomitas.

era demasiado flojo

para encender la micro y hornearlas.

la lata de cerveza inevitablemente estaba

abierta sobre la mesa,

al lado de un bloc con papeles en blanco

y de un bolígrafo sin usar

así trataba de dar la impresión

de que en realidad hacía algo.

de día en día, de año en año,

toleraba todas sus porquerías. 

Hasta que una noche

cuando acababa de echar la ropa sucia a la lavadora y

salía del baño,

lo encontró con la boca espumeante tirado de espalda

en el centro de la sala de estar.     

los párpados le temblaban

y el pie izquierdo le tiritaba como

si quisiera separarse del resto de su cuerpo.

 

diez segundos pensó tensamente.

luego fue hasta el refrigerador y

respiró satisfecha –  

dentro todavía había

una lata de cerveza sin abrir,

la primera después de su universidad.

 

regresó de nuevo a sala,

se echó en el sillón,

estiró las piernas,

abrió la lata y tomó un trago

sin ponerla en el vaso.

los veinte minutos siguientes le pareció

que por fin todo en su vida estaba en su lugar,

y luego la detuvo

un horrible pensamiento:

„dios mío, ya hace un mes que no voy a la peluquería,

¿cómo voy a ir así al funeral?“          

 

 

(Del ciclo sin editar Sobre ella, sobre él/ O njoj, o njemu)

 

 

Traducción: Željka Lovrenčić

 

Sobre el autor:

Siniša Matasović (Sisak, 1980) estudió ingeniería mecánica en Universidad de Zagreb. Escribe poesía, prosa, haiku poesía y crítica literaria. También trabaja como redactor. En la sucursal de la Matrix Croática en Sisak modera y dirige las reuniones poéticas conocidas bajo el nombre Stihovnica Siska  (Versos de Sisak). Durante tres años fue el subdirector y redactor en jefe de la revista Riječi (Palabras).

Es el asociado profesional en literatura en la asociación para la promoción de la cultura alternativa y urbana de Sisak, redactor de su actividad editorial e iniciador de la biblioteca Teatar piva (El teatro de la cerveza). También es redactor en jefe de la revista internacional para la literatura, cultura y arte Alternator (Alternativo) que publica la misma asociación.

Hace tres años que trabajó como colaborador externo de la Radio Televisión Croata (dramatización) en la emisión titulada „Radio novela“. Desde el año 2018 es el encargado de la charla literaria „Siniša Matasović les presenta“: en la Biblioteca Pública Vlado Gotovac de Sisak. Es el organizador y su-organizador de numerosos festivales y manifestaciones literarias: Los encuentros poéticos de Kvirin, El compás literario de la provincia de Sisak y Moslavina, Taburete literario en Novska, 50 Poems for Snow (50 Poemas para la Nieve)…

Sus poemas y poemas haiku están traducidos a varias lenguas extranjeras: inglés, ucraniano, esloveno, alemán, húngaro e incluidos en diversas antologías y panoramas de la poesía croata contemporánea. Es miembro de la Unión Croata de Artistas Independientes, de la Matrix Croática y de la Sociedad de Escritores Croatas. (Ž.L.)           

     

 


[1] Gibonni es apodo del conocido músico croata Zlatan Stipišić (Split, 1968) – (N. de la T.).

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