silencio
(šutnja)
su comportamiento desde siempre la
enloquecía;
la manera de estar sentado a la mesa
con la silla tan alejada,
la manera rara como sostenía la taza con
la mano,
el machacar de las migas de pan por el mantel
con el índice alrededor de plato,
los sitios ilógicos donde „sembraba“ sus
pantuflas en el corredor,
sus bostezos de elefante en los momentos
menos esperados del día o de la noche …
hervía y mantenía todo su dolor y rabia
profundo bajo la piel.
no quería permitir que la compararan
con su madre,
hoy una jubilada con ingresos muy decentes
y
todavía de muy digna apariencia.
su madre toda la vida criticó a su padre:
„tira esos cigarrillos,
cómo no te da vergüenza envenenarte y
envenenar a los niños,
yo no importo;
de nuevo tienes mal aliento,
¿cuándo te lavaste los dientes por última
vez?,
péinate,
mírate al espejo,
¿por qué desapuntas tanto la camisa?,
no puedes ir así entre la gente,
amarra por fin ese pobre cinturón
antes de salir con el coche a la
carretera,
¿quién todavía compra dos pares idénticos
de tenis de una vez?,
¿eres un hombre o qué…?,
¡qué vergüenza!, ¡qué vergüenza!...“
la escuchó por años y
por ella decidió pasar años callada.
ni por amenaza de muerte quiso permitir
que la sombra de la vida de su madre se
inclinase sobre la suya.
pasaron los años,
los niños crecieron,
él todavía al almuerzo estaba sentado con
la silla
a un metro de la mesa.
varias veces pensó en el divorcio,
pero ya en ese momento sabía que de eso no
habría nada;
ya sabía que no era tan diferente
de su madre.
la maleta
(kofer)
te lo recompensaré, lo prometo;
esas palabras las escuchaba desde que lo
había conocido.
te lo recompensaré, lo prometo…
te lo recompensaré, te lo prometo…
entonces tomaba ta n sólo un maletín y
la maleta con la ropa preparada de
antemano
y viajaba:
a Liubliana, Viena, Dublín, Nueva York,
Ciudad Atlántica…
todos los nombres de las ciudades
con el tiempo le llegaron a ser amorfos.
una mañana regresó sin avisar y
la encontró en la mesa de la cocina con el
repartidor de pizza.
el tipo ese estaba recostado en la mesa,
de espalda,
ella se encontraba encima de él.
elección inusual como pose para la mesa de
la cocina,
pensaría cualquier persona.
pero ella no era común,
lo sabía muy bien y a pesar de eso no la
apreciaba lo suficiente.
al final, encontró fuerza para perdonarla.
era consciente de que la había malogrado,
daño total.
la situación era 50:50.
ella lo dudó varias semanas:
¿tiene esto algún sentido?,
¿quiere de verdad su perdón?
Lo pensó largo tiempo,
más de lo necesario.
luego empacó la maleta;
esta vez la suya.
los
mechones
(lokne)
cuando le dijo que ya no la quería,
el mundo se volvió patas arriba.
„podemos seguir juntos,
no es necesario que nos divorciemos“,
continuó de manera indiferente y
la dejó todavía más extrañada.
„no creas que es por otra,
simplemente ya no tengo ese tipo de
sentimientos hacia ti.
así paso, joder,
¿qué quieres que te diga?
en realidad, el año pasado salía con una
peluquera del mercado.
no significaba nada, créeme.
sabes, aquella peluquería en la entrada
del mercado…
“una niña, pues,
estaba en prácticas.
te lo juro, no duró mucho tiempo“,
le puse sal a la herida con malditas
tonterías.
como si a ella le importara
de cual puta se trataba o trata;
creyó él que ella jugaría el papel de
detective,
ahora,
en sus cuarenta y siete,
mientras gastó con él los mejores años de
su vida;
¿cómo siquiera pudo pensar que a ella le
importarían
esas bagatelas?
se trataba de una cosa mucho más seria.
la vida,
le destruyó su vida.
Ella la derrochó en sus mechones,
de hace ya mucho tiempo grises y escasos.
Bien decía la difunta madre de él:
“córtate ese pelo largo, qué aparentas,
se te va a caer después de los treinta
años,
ensériate“.
hace mucho que pasaron los treinta,
hace mucho que él dejó de ser un muchacho
–
bajista de la orquesta del barrio.
que tontería,
se lo reprochaba después.
ahora pensó por corto tiempo.
dio un paso hacia balcón.
de la cuerda donde secaba la ropa
la separaba medio metro.
ya veía como la cuerda se reventaba bajo
su pecho,
vio caer su cuerpo
sobre los automóviles aparcados frente al
edificio,
vio el tenue chorro de sangre que brota de
su oreja.
entonces algo inesperado pasó por su
cabeza.
corrió a su lado, paalizado de nuevo
en la cocina y
agarró el cuchillo más grande que encontró
a mano.
“¡No a mí,
a joder sangre sangrienta!“
rugió y por fin provocó
su reacción.
romántica
(romantika)
en una fase de su matrimonio,
él empezó a pagarle por el sexo.
al comienzo ella pensaba que bromeaba y
alardeaba con estupideces.
acostados en el sofá en la sala mirado la
tele.
solos, el sábado en la noche, mirando una
película aburrida.
Los niños adolescentes,
la hija de 17, el hijo de 15 años,
los dos con su equipo en salida nocturna.
empezó a pasar con las palmas de las manos
abiertas
por sus pechos y bajar hacia su ombligo.
ella dijo: „ déjame “,
al principio, en silencio, reservado,
rápidamente después de eso, cuando siguió
más abajo,
de tono resuelto y en voz alta:
“¡déjame, no lo hagas!“
él sintió como si alguien le hubiera
echado un barril de vinagre por la cabeza.
tenía cinco años más que ella.
óptimo, dirían los sicólogos y las viejas
de la aldea.
se casaron jóvenes;
ella tenía veinte y dos.
él ganaba bien, la complacía,
le compraba flores y regalos y
no olvidaba las fechas importantes en su
relación.
por eso, le fue tan difícil cuando de un
momento
ella perdió el interés por la ternura,
cuando empezó a rechazarlo.
no entendía por qué.
esa noche decidió ser persistente y no rendirse.
le dijo
„déjame, estamos solos,
ellos no regresarán en por lo menos
algunas horas.
„anda, te necesito“.
„y yo necesito un nuevo coche y no lo
tengo“.
le contestó ella sarcásticamente.
„está bien, vale“, de acuerdo.
“¿perdón…?“ – preguntó sorprendida.
„dije, ¡bueno! ¿coche nuevo? ¡bien, sólo
di cuál!“,
despertó su incredulidad y,
sintiendo que había mordido el anzuelo,
rápidamente continuó:
„tendrás un coche nuevo, haré horas extras
sí es necesario,
en cambio, quiero que seas mía por lo
menos dos veces a la semana;
por delante, y por detrás y la chupada.
no me interesa si usas píldoras o
un nuevo embarazo.
yo no voy a usar condón, los niños para mí
no son una carga.
elige tú.“
pálida, lo miró algunos momentos y él no
sabía
si iba a aceptar o con sus uñas pintadas
iba a sacarle los ojos.
entonces, ella interrumpió el silencio y
por fin dijo:
„bien. coche nuevo a mi gusto y el veraneo
todos los años
en el extranjero.
y, por supuesto, empezaré a usar píldora.“
„De acuerdo“, él aceptó su condición
adicional.
Los años siguientes los amigos familiares
regularmente
los veían risueños y felices.
a nadie le fue claro el origen de este
repentino cambio.
Ya irritaban ligeramente con sus caras
radiantes y su
paso lleno de energía.
Las otras mujeres, ya celosas, empezaron a
reprochar a
sus maridos:
„míralos como se quieren, como el primer
día.
es un verdadero romance, un amor de cuento
de hadas,
si por lo menos nosotros pudiéramos ser
así.“
iva
„quiero hijos contigo, al menos dos,
no acepto menos “,
así le dijo en vez de saludarla
cuando se encontraron en la calle
cuatro años después de romper su relación
amorosa
universitaria.
y hoy en día le es difícil de explicárselo
qué fue lo que le pasó en realidad,
qué la alentó para que aquel verano
fatal
le dijera que al comienzo del nuevo año
académico se iría
con el intercambio de estudiantes a Lisboa.
“¿y qué pasará con nosotros dos?“
ustedes esperarían que él le hubiera
preguntado, pero no lo hizo.
en los años precedentes a esta escena
se acostumbró a tales escapadas.
sólo empacaría sus cosas y escaparía,
a veces por algunos meses,
dos veces por medio año.
Durante esos periodos casi no teníamos
contacto.
de vez en cuando un correo electrónico
forzado y corto,
escasas llamadas por el celular.
finalmente, siempre regresaba.
volvía, llamaba, aparecía en el umbral y
seguían.
esta vez no lo hizo.
cuatro años desde su partida a Lisboa,
cuatro años sin una letra y sin noticias,
sin noticia clara, si estaba viva o
muerta.
borró su correo electrónico,
canceló el número telefónico que había
tenido hasta ahora,
apagó su perfil en facebook.
no le dejó ningún contacto.
sabía donde vivían sus padres y hermanos.
podía visitarlos,
tocar el timbre en la puerta y decir:
„buenos días, ¿no sé si me recuerdan?
yo soy Daniel.
¿qué pasa con Iva, está viva?
no necesito saber nada más.“
varias veces fue hasta su edificio,
se detuvo a último momento, ya en la
entrada.
si ya ha decidido lo que ha decidido,
que sea así,
concluía todas las veces y aceptaba el
sufrimiento.
la amaba, la amaba sin fin,
nunca dejó de amarla.
y ahora, después de todo, de él sólo esas
palabras:
„quiero hijos contigo, por lo menos dos,
no acepto nada menos.“
antes de decirle hola,
buenas noches, cómo estás, estás viva,
oye…
lo miró sin entenderlo y desinteresada le
respondió.
„eres el mismo de antes, no has cambiado
para nada.“
no tenía necesidad de decir nada más,
ella siguió su camino.
petrificado, miró tras ella los veinte
metros siguientes
entonces por un momento ella se detuvo,
se volteó y le dijo:
„para que sepas, vivo con otro.
estoy en Zagreb hace ya dos años,
te evitaba a propósito.
es mejor así, no me busques.
olvida.
“yo he olvidado.“
cerezas
(višnje)
una mañana de primavera,
precisamente cuando las cerezas estaban en
plena floración,
sacó la motosierra del garaje y empezó a
enloquecer.
Ni uno de los vecinos preguntó por qué;
para todos era claro como en mapa abierto.
en octubre por primera vez dudó que algo
andaba mal con Ana.
el color de su cara y los delgados dedos
de las manos
sugerían su problema.
si su embarazo y la bien redondeada barriga
hasta ahora escondían la presencia del
carcinoma,
entonces el miedo se grabó en su corazón
como una espada.
ella callaba la mayoría del tiempo
con una sonrisa bendita en la cara,
decidida a soportar lo bastante
para traer al mundo la pequeña Melita.
ese nombre le era el favorito entre todos
los nombres femeninos,
igual que entre todas las frutas del mundo
prefería las cerezas.
en junio se ahogaba con ellas
comiéndolas a más no poder.
antes de casarse,
él en el huerto de detrás de la casa de
sus padres,
cortó algunos árboles de su padre,
viejos manzanos y peros
y en su lugar sembró seis diferentes
clases de cerezos:
desde aquellos que maduran muy pronto
hasta aquellos que maduran
apenas a fines del junio;
todo por complacerla a ella,
para así conseguir
que viniera a vivir con él lo más pronto
posible.
los médicos no tuvieron necesidad de
decirle los resultados de las pruebas.
lo comprendió por la expresión de sus
caras
al momento de salir del consultorio al
corredor.
el carcinoma se extendió de un órgano a otro,
de este a un tercero; en menos de cuatro
semanas pasó
de los riñones al hígado.
„Dios mío, Dios mío, ¿cómo es posible?“
susurraba a su barba por las noches cuando
rezaba y rezaba,
con las palmas puestas y con los ojos
completamente
secados de las lágrimas.
sabía que rezaba en vano,
sabía que rezaba por otra cosa,
por la vida de la pequeña Melita.
tristeza y alegría se entrelazaban con la
rapidez de un huracán.
esperó la Navidad más triste de su vida.
solo con el pequeño envoltorio
del que tan sólo salían los deditos de las
manos y los ojos de Ana,
los primeros meses grisáceos como son los
ojos de todos los recién nacidos,
pero él sabía
sin falta sabía que pronto se
transformarán en azules
como el Mar Adriático.
“¡en este patio ya nadie nunca comerá
cerezas,
que se sepa!“,
gritó a plena garganta
cuando derrumbó al suelo el último árbol
de frutas.
„sí, sí, por supuesto…
por supuesto, claro…
ya nadie nunca más….“.
aprobaban los vecinos mirándose los
pies.
el
sobre
(kuverta)
se desbarató en el momento cuando el
cartero le trajo el sobre
a su nombre,
cuatro meses después de que ella yacía
bajo tierra.
hasta entonces se mantuvo fuerte como si
fuera un roble de Eslavonia.
la noticia sobre su diagnóstico lo sorprendió
cuando estaba al volante.
sabía que esto era una mala costumbre
pero a pesar de eso solía abrir los mensajes
SMS cuando conducía.
„Que vaina, cáncer“,
leyó en la pantalla del celular
después del examen médico general
que había hecho el verano pasado
como empleada de un banco estatal
prestigioso.
todo en su vida hasta ahora había sido
perfecto:
enamoramiento en la universidad,
fiestas estudiantiles locas en la capital,
comienzo de la vida en común ya antes de
graduarse,
la mudanza a su ciudad natal en la costa
adriática…
(decidieron que así era mejor),
un poco después una hija linda.
luego la tragó cáncer
en menos de un año.
no pagaba su cuidado en casa;
tampoco la acomodó en un sitio para que esté en cama todo el día.
no porque no se lo podía permitir.
eran ricos.
decidió ocuparse personalmente de ella,
por un periodo paró su trabajo en una
empresa consultora élite y
se ocupaba de ella.
se ocupaba, se ocupaba,
lo primero, la ponía en la silla de ruedas;
cuando ya no tenía fuerza y perdió peso,
la llevaba en brazos hasta el baño,
por último, la alimentaba con sonda,
le lavaba las partes más íntimas del
cuerpo diez veces al día.
fuerte como roca endurecida por los golpes
de la borrasca
lo soportó todo sin derramar una lágrima
y hoy, esta mañana, este sobre.
solamente se sentó a la mesa y de él se
derramaron cántaros.
horror
(horor)
le gustaban las películas de horror, él no
las soportaba.
esperaba estas películas los viernes
después de medianoche en la tele;
no las prestaba en la videoteca.
después, al entrar la época del internet y
tecnologías modernas,
también las esperaba el viernes en la
tele.
eso le encantaba.
para él no significaban nada,
simplemente no prefería ese género
cinematográfico.
no las temía,
quitaba los ojos delante de cada escena de
horror,
se ponía la manta en la cabeza
a cada sonido dramático musical –
todo lo que ella hacía.
ella temía cualquier escena peligrosa en
una película común,
como no lo iba a hacer en una de horror;
pero, de todas maneras
por algún motivo inexplicable y
masoquista,
esperaba y miraba las películas de horror
los viernes.
a la mínima señal de que uno a otro le iba
a cortar la cabeza con la pila eléctrica o
van
violar a una hermana menor o herir a una
abuela
con un machete oxidado,
se acurrucaba con firmeza contra su cuerpo
y él entonces
sabía sin duda que la va a follar todas
las noches
de viernes a sábado.
es más,
su intuición le decía que miraba las
películas de horror
porque la asustaban y al mismo tiempo de
alguna manera totalmente loca y
retorcida le despertaban el deseo sexual;
ella sabía que él la ama
incondicionalmente,
que siempre la abrazaría y
le daría refugio,
la alentaría en el momento cuando la
valentía la abandone y
Bruce Willis en la película
Muere
duro 4
que todo se vuelve un cero absoluto,
el origen de todos los orígenes:
ella sabía que en la noche del viernes al
sábado recibiría
aquello con lo que fantaseaba desde su adolescencia;
él también sabía que iba a recibir aquello
con lo que fantaseaba
desde cuando era un jovencito,
y horror…
¿no es horror lo que nos rodea?
¿no es horror nuestra vecindad más cercana
y el universo más extenso?
¿no es horror la música de Gibonni[1]
la que ella adoraba
y él no soportaba?
y por eso, todavía más por eso,
apasionadamente la poseía en la noche del
viernes al sábado
y ella gritaba, gritaba…
en honor a Gibonni,
a pesar de Gibonni,
ella gritaría.
ella
dijo, él dijo
(rekla je, rekao je)
todo en su relación funcionaba perfectamente
hasta el momento cuando por primera vez se
fueron a la cama
por once días enteros.
se conocieron espontáneamente
en compañía de conocidos comunes.
ella educada, buenamoza,
entrando a los treinta, libre.
él delgado, alto,
empleado en la administración de la
ciudad,
apenas un poco mayor, divorciado.
intercambio de números telefónicos,
algún mensaje en los días siguientes,
conversación telefónica en la noche,
después del trabajo,
primera, segunda;
primer clic,
primera cena, segunda cena,
clic definitivo.
él: ¿vamos a mi casa?“
ella: „mejor vayamos a la mía, me siento
más cómoda.“
una copa de vino extra, dos,
besos, manos bajo la falda,
desnudarse,
cama,
el plátano…. caído.
en el pueblo se diría „no se le paró“,
en los círculos académicos se diría:
„no tuvo erección“,
y él confuso murmuró:
„no lo puedo creer,
eso nunca me ha pasado con mi ex.“
…¡!!qué!!! – empezó a silbar ella buscando
nuevas exclamaciones y palabras.
„lo mejor será que te vayas“, agregó con
voz temblorosa
recuperándose de la humillación.
„está bien, perdóname, eso no se repetirá.
„te llamaré mañana“,
dijo él poniéndose el pantalón.
„no creo “,
dijo ella y se apresuró al baño.
la
lata
(limenka)
tenía una ética envidiable,
y él era poeta.
no existe mejor manera de decirlo.
muy mal poeta.
hasta su propia madre se lo dijo
en la celebración del cuarto aniversario
de casados.
„felicidades, cariño,
no puedo creer que lo soportas tanto
tiempo“,
se dirigió a ella,
de él hace ya mucho renunció.
esto fue un año después de que él decidió
ser cantante de jazz y
dos años antes de que probara su suerte
en la stand
up comedia – las dos cosas sin éxito.
en la noche,
cuando después de un día de trabajo
regresaba a casa,
lo encontraba en camiseta y boxers.
sus dedos y sus manos a menudo grasosos
por las papas fritas;
con menos frecuencia por las palomitas.
era demasiado flojo
para encender la micro y hornearlas.
la lata de cerveza inevitablemente estaba
abierta sobre la mesa,
al lado de un bloc con papeles en blanco
y de un bolígrafo sin usar
así trataba de dar la impresión
de que en realidad hacía algo.
de día en día, de año en año,
toleraba todas sus porquerías.
Hasta que una noche
cuando acababa de echar la ropa sucia a la
lavadora y
salía del baño,
lo encontró con la boca espumeante tirado
de espalda
en el centro de la sala de estar.
los párpados le temblaban
y el pie izquierdo le tiritaba como
si quisiera separarse del resto de su
cuerpo.
diez segundos pensó tensamente.
luego fue hasta el refrigerador y
respiró satisfecha –
dentro todavía había
una lata de cerveza sin abrir,
la primera después de su universidad.
regresó de nuevo a sala,
se echó en el sillón,
estiró las piernas,
abrió la lata y tomó un trago
sin ponerla en el vaso.
los veinte minutos siguientes le pareció
que por fin todo en su vida estaba en su
lugar,
y luego la detuvo
un horrible pensamiento:
„dios mío, ya hace un mes que no voy a la
peluquería,
¿cómo voy a ir así al funeral?“
(Del ciclo sin editar Sobre ella, sobre él/ O njoj,
o njemu)
Traducción: Željka Lovrenčić
Sobre
el autor:
Siniša
Matasović (Sisak, 1980) estudió ingeniería mecánica
en Universidad de Zagreb. Escribe poesía, prosa, haiku poesía y crítica
literaria. También trabaja como redactor. En la sucursal de la Matrix Croática
en Sisak modera y dirige las reuniones poéticas conocidas bajo el nombre Stihovnica Siska (Versos de Sisak). Durante tres años fue el
subdirector y redactor en jefe de la revista Riječi (Palabras).
Es
el asociado profesional en literatura en la asociación para la promoción de la
cultura alternativa y urbana de Sisak, redactor de su actividad editorial e
iniciador de la biblioteca Teatar piva
(El teatro de la cerveza). También es redactor en jefe de la revista
internacional para la literatura, cultura y arte Alternator (Alternativo) que publica la misma asociación.
Hace
tres años que trabajó como colaborador externo de la Radio Televisión Croata
(dramatización) en la emisión titulada „Radio novela“. Desde el año 2018 es el
encargado de la charla literaria „Siniša Matasović les presenta“: en la
Biblioteca Pública Vlado Gotovac de Sisak. Es el organizador y su-organizador
de numerosos festivales y manifestaciones literarias: Los encuentros poéticos de Kvirin, El compás literario de la provincia
de Sisak y Moslavina, Taburete literario en Novska, 50 Poems for Snow (50
Poemas para la Nieve)…
Sus poemas y poemas haiku están traducidos a varias lenguas extranjeras: inglés, ucraniano, esloveno, alemán, húngaro e incluidos en diversas antologías y panoramas de la poesía croata contemporánea. Es miembro de la Unión Croata de Artistas Independientes, de la Matrix Croática y de la Sociedad de Escritores Croatas. (Ž.L.)
[1] Gibonni es apodo del
conocido músico croata Zlatan Stipišić (Split, 1968) – (N. de la T.).
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