La Calma*,1
(Zatišje,1)
La Calma en los
últimos tiempos está al borde de la desnudez. Mientras el bosque desde su herbario se baña en la tina de la luna, en
secreto llegan los leñadores y roban escenas nocturnas de nuestro gran
escenario, el bosque; lo hacen con las motosierras, dicen: para qué les sirve
esa majestuosa basura y silenciosamente, como ladrones, con la llave maestra
cortan los anchos pies, pelan la corteza del roble y los tobillos que ahora
caen abrazados por los remolques con troncos de algunos otros espacios
abiertos; primero cayeron sobre los muérdagos; las colas de ardillas ya se
pierden en el cerro de Šestine*, las cornejas recogen sus viviendas y huyen a
sombras más calurosas; estamos hartos de las peleas de perros, de las colonias
de zorros; los gatos de todas maneras en febrero se van de paseo y cuando
regresen sus recuerdos ya no serán los mismos. Pero usted no sentirá nada en
ese procedimiento, le daremos una ligera anestesia antes de cortar la rama
horizontal más grande, aquella en la que ya empezó a crecer un nuevo bosque;
así se apagan los incendios de la mejor manera y los bosques ya no pueden
quitarse la ropa ni siquiera durante el invierno más frío. Por eso poco a poco
La Calma se transforma en una obra cerrada; que ausente empieza a mirar
fijamente alguna parte lejana, a un único punto solidificado.
* Calle en Zagreb (N. de la T.).
*Un barrio de la capital croata (N.
de la T.).
La Calma,2
(Zatišje,2)
O, digamos La
Calma en invierno; cubierta de nieve, repleta de las huellas de perros, gatos,
pájaros, lobos y, las huellas de la gente por ninguna parte, así que piso la
nieve consciente de que soy la primera en el sendero que sube y baja de por sí
al cerro, el sendero en seguida me toma la mano, se convierte en mi guía sin
traílla, en vez de mí hace piruetas y un helado deslizarse; un doble eje es un
suplemento del premio al público que mira de lado y grita jo, jo, jo; sendero,
no podemos detenernos, cierro los ojos y corro rápido cuesta abajo: este fue el
comienzo de una linda amistad. Sin embargo, de vez en cuando me preocuparon las
huellas, ¿qué queda en realidad detrás de nosotros?, pero tengo miedo de darme
la vuelta, ¿ha pasado alguien vivo o muerto, niveló o mató la blancura,
quedaron detrás de nosotros las pisadas de perros, gatos, pájaros, lobos? En
realidad, ni quiero saberlo, que quede oscurecido igual que tantas otras
preguntas tardías; prefiero seguir corriendo hacia el pie de la colina, y él, mi
fiel animal me acompaña, y tú, sendero, pronto desaparecerás en esa blanca
blancura.
La Calma,3
(Zatišje 3)
Mi calle tiene
una relación muy complicada con las calles vecinas: mientras La Calma siempre
va cuesta abajo, la calle vecina a ella, regularmente se levanta hacia el
cielo; se encuentran siempre en algún lugar del medio y entonces se comportan
como dos autobuses que se cruzan en la carretera y por el momento no sabes cual
se mueve y cual está parado y siempre te sorprendes porque tus expectaciones
fallan. Tú te quedas parado mientras los demás se van, y cuando tratas de
introducir la calle La Calma al plano de los paseos de la ciudad, ves cómo con
la calle vecina forma una medio cruz; en ella no se podría crucificar ningún
cuerpo y cómo parecería si la mitad del cuerpo resaliera crucificado a mitad; y
nadie sabe en realidad que se puede hacer con aquella otra mitad o si en
realidad ves como esa parte inútil escapa obstinadamente de control y rueda
directamente hasta el fondo de mi calle y de allá, con la mirada fija hacia
arriba, grita a su mitad clavada: mitad, baja si puedes; mientras tanto, las
calles siguen creciendo, caen, se levantan o están paradas y a eso nadie le
presta atención.
La Calma,4
(Zatišje,4)
Una vez, delante
de la ventana se erguía un gigantesco pino parecido a un crucero, adornado con
la corriente y las sombras, pino para las fiestas anuales, para los buenos y
malos tiempos y de él siempre irradiaba buena atmosfera con bailarinas del
desierto que pisaban sobre las pequeñas agujas como por la arena; las seguían
los sabios y nigromantes, a veces entre ellos surgía una pelea, se rompían
copas; los pájaros los reconciliaban; después de todo ese era su único trabajo,
lo hacían ilegalmente, lejos de los ojos de los recaudadores de impuestos y
olía sabroso de ambos lados de los pinos, de los del lado de las montañas y de
aquellos cerca al mar. En el pino durante mucho tiempo se seguían las filas de
caravanas, de lagos y oasis, de reliquias y poderes, nacían los tiburones
prehistóricos, eclipses de las creencias del pueblo, ha llegado y el mar, sin
él no pasa nada, y luego desapareció la corriente y el pino se secó; algunos
dicen que se murió por la exageración y otros que se apagó a causa de un daño
en la subestación; es una huida que tarde o temprano nos volverá.
Silencio,2
(Tišina,2)
De vez en cuando
me pregunto qué se encuentra detrás del silencio, o sea, que es más fuerte que
el gran silencio del fondo, parece que quizás esto podría ser la pequeña
palabra calma, que nació hace mucho tiempo cuando aún no había palabras y la
gente se comunicaba con el humo; la pronuncio silenciosamente, la mezclo un
poco en mi boca, vuelvo el paladar al revés y
produzco sorbo a sorbo la calma como si bebiera del agua en la que se
ahogó alguna islita de silencio; sin embargo estoy todo el tiempo al borde del
miedo de que voy a malgastar su misterio y por eso trato de no pronunciarla
demasiado pronto o demasiado rápido. De mi alegría podría separarse en
partículas muy pequeñas como son, por ejemplo, si, le, jun, to y eso significa desaparecer y anularme para
siempre, tacharme en su mente y nombre, en su verano, en las estaciones y
ganancias; mejor acallarme en seguida, quiero decir trasladarme voluntariamente
a la calma entre los cuervos y robles y grito: silencio, regresa mientras
quiera escucharte todavía.
El caminar,2
(Hod, 2)
Para mí el andar
ha sido siempre codificado de manera múltiple: mientras observo a alguien como
en la lejanía anda por mi calle, la cual todos llamamos La Calma, de ninguna manera
puedo entender si va hacia adelante o hacia atrás porque sus pies se mueven en
la ilusión de los rumbos opuestos y él desde el principio se hace cada vez más
y más pequeño e inmediatamente después aparece desproporcionadamente grande; además,
a veces se me acerca muy cerca, a velocidad increíble. Entonces sé que tengo
que quitarme del camino para que literalmente no me atropelle, y me pasa que
vuelvo la cabeza y lo veo como de repente respira casi detrás de la espalda y
corre cuesta arriba desde donde yo acabo de bajar y ya; un momento después,
helo al final de la calle dando vuelta a la esquina pequeño como un perro, la
silueta negra de un peatón anónimo; y luego lo encuentro en la parada del
tranvía, como torpemente entra corriendo al vehículo y compra el boleto para
múltiples viajes, uno para sí disminuido, otros para aquellos que hace poco
andaban en vez de él por La Calma, pero ya nadie puede con seguridad separar ni
confirmar la realidad de su misión así que durante el viaje cien veces me
pregunto si mi calle necesita a un controlador que determine el número justo
para los peatones libres, lo que nos aseguraría una máquina rápida para
encontrar los pasajeros falsos y sus perseguidores desorientados y quien en
este momento enérgicamente les diga: al diablo, eres tú, y, esos son; al diablo
con esos otros. En breve, aquí está la pregunta con la cual hay que contar en
el futuro.
El
caminar,3
(Hod,3)
Todo caminado
tiene que ser par, de dos piernas, de cuatro patas, de cien pies…, porque, ¿qué
parecería la carrera con un pie por el suelo o por el mundo; eso sería un
desfile de movimientos incorrectos que terminarían con una caída asimétrica en
un jaque-mate o en algún otro sitio humillante y tal caminar en un pie también
produciría un ruido insoportable del que se moverían las capas tectónicas y más
sabiendo que los seres de muchas patas andan de manera muy silenciosa, como si
flotaran en la soledad sin aire así antes de nosotros andaba solamente Cristo.
Tales seres desaparecen antes de aparecer según la regla de hace poco
estuvieron aquí y en seguida ya no están, pero el ciempiés es el más rápido,
corre por la pared con velocidad de meteoro y en seguida desaparece en cientos
de agujeros, digo: desaparece – antes de que lo maten los ladrillos.
Miedo
(Strah)
El miedo nos
acompañaba como un perro por las ciudades inmensas; es imposible describirlo
porque, por el miedo se reorganizaba constantemente. Y nos avergonzábamos;
miedo, desaparece de nuestra calle; no, no hubo ayuda, todos tenían miedo y él
con nosotros; no dejaremos que nos estropee nuestros días libres, el pasar de
las tardes sin trabajo. Esta mañana tardó un poco, nadó hacia el mar, salto
hacia los supermercados europeos; allá, desde un escondite asechan sus pupilas,
su descripción, voz, estatura, su equipo, su capacitación profesional; todos
sospechan bajo qué condiciones se puede aceptar un director extranjero, tú eres
el extra que en el intervalo entra al escenario, irreconocible, con una capucha
en vez de cabeza porque así es la energía; das algunas réplicas, nadie ve su
finalidad, después viene el salto al lugar del hundimiento y contigo también
vuelan los observadores en trajes de gala, con monóculos y abanicos; te
acompañaba dios y el público curioso. No, nunca se sabe si fuiste tú o tu
remplazo, los dos con el mismo dedo bajan la cortina y nosotros mientras tanto
sobrevivimos en la primera línea de la pandemia, huimos frente a los perros de
turno, corríamos dentro de la noche omnipresente.
Andar en bicicleta
(Bicikliranje)
La primavera es
cruel, dicen que abril es el peor; en la casa está nevando, los padres ya se
fueron y las madres duermen; delante de nosotros está la calle, es fácil
pisarla pero ¿cómo salir de ella?; la llamo y ella viene corriendo, me saluda
con alegría perruna y juntas corremos rápido de sol a sol; así es el equinoccio
de Zagreb y alrededor de nosotras; nómadas, caballeros callejeros, ellos irían
con nosotras; les echo un pedacito de risa, me lo devuelven a los dientes,
nosotros manejamos a cuatro patas, con el gorjeo y la hierba milenaria,
nuestros cuerpos están en las horas de Dios, los sostienen solamente los
pilares celestiales, por ellos ya nada cabe en la calle; pedaleamos cada vez
más rápido, algo mueve nuestro ánimo, algo carcome nuestros arrepentimientos,
¿hay aún lugar en el refugio primaveral?, pero todo se cerró demasiado pronto,
también el repentino atardecer; regresamos jadeantes, la casa nos es siempre
algún otro, desde lejos nos observa el silencio, derramándose de sí mismo a sí
mismo.
Autofoto con una bomba
(Selfie s bombom)
El vuelo en
avión o en alguna otra aeronave del universo para mí es la misma cosa: no tiene
un fondo, no tiene silencio, está seguro solamente el corte del pico de pájaro
a través de las estrellas que golpean ligeramente sobre las ventanillas del
barco, pero ellas se abren solamente en caso de peligro, y ese sería un paseo
corto por el universo y los cúmulos; pero mi escepticismo se hace más fuerte en
el momento cuando en la cabina empieza la pantomima de manos que con
movimientos de bailarín entran en el espacio para respirar y palpan la máscara
para buceadores no identificados, abren las bolsitas con fecha y tiempo de
caducidad como si pudieran de alguna manera impedir las turbulencias en sus
entrañas; eso no pueden ni los ruidosos carros que a manera de mago trae
Houdini, se sacan kilómetros de chales de varios colores, en las botellas
tiemblan los conejos blancos, hay que revisar ese cuadro aerodinámico para averiguar
si no se esconde en él algo más que maneras e ilusiones, tiene aquí la muerte
también su papel y me pregunto de vez en cuando si se puede filmar una autofoto
justo en el momento en que ella, escondida en un cajón metálico y yo con un
sándwich en la mano y un sorbo de cola en la boca, juntas volemos hasta la
dirección de Dios si mientras tanto y a ella ya no la han trasladado a alguna
nada re-nueva.
Las conversa-ciones de Ilica
(Ilički raz-govori)
Ilica* es una mina de
soledad, le digo a él mientras saltamos las obras en la carretera desde la cual
sobresalen los cables, las manchas solares, los últimos pálpitos del corazón;
es imposible pronunciar una palabra sin que debajo de tus pies se mueva la
acera, y él, es silencioso cuando sale de los suministros oscuros de cosas
innecesarias; aló, en él un millón de números secretos, todos esperan y
escuchan, le digo cuidado con lo que dices, huele a artefacto explosivo,
primero habría que examinar la basura municipal, bajo el cielo cubierto de
negro el miedo se ve con más dificultad, y la nube se estanca; a la ciudad
habría que agregar tres ciudades para cambiarla más detalladamente,
especialmente en el momento cuando pasa rápidamente el tranvía y revuelve las
moléculas hechas para respirar con dificultad y levante el polvo que viaja con
los rieles, las migajas que dejaron las palomas de Ilica, al lado de las
carnicerías, junto al mugre, a través del mercado de ideas donde andan los
pobres, se saltan los restos; nada puede impedir el vuelo general de los
pájaros.
*Ilica – calle principal de Zagreb
(N. de la T.).
El cañón de Grič*
(Grički top)
Un poco más, al
mediodía se clavará el tiempo supersónico; nos obligará a que averigüemos
pronto de dónde somos, dónde estamos, cómo está la situación en la muñeca de la
mano y si
es necesario,
igualemos las agujas del reloj con los vientos de la televisión, con los
motores del tiempo y el pronóstico volante que cada día nos envían los turnos
cotidianos de ciclones desde las alturas solares y a ellos solamente hay que
captarlos con el control remoto y quitarlos a las nubes, decir perdónennos por
la molestias, no lo pensábamos así, pero ustedes nos han quebrado el día, han
tragado la mitad en un momento, la otra nos la han robado con la botella del
agua yana corriendo con ella hasta el
Pasaje de Octágono*, camino a la Plaza de las Flores* o regresando a la plaza
con los caballos y jinetes a los cuales les importa un bledo la soledad, el
estado en nuestras venas, nuestro corazón, en los oscuros pozos de los órganos
internos, por todo lo que empiece a titilar en el momento cuando en un salto
alto apunta el día y prende la iluminación solar bajo la cual en nuestros
pensamientos escribimos un mensaje a Dios, para que por fin se muestre y en las
pausas en medio de un silencio desagradable le pedimos: danos un poco más de
tiempo.
*La torre de Lotrščak y su cañón de
Grič – es una de las construcciones defensivas de la ciudad de Zagreb mejor
conservadas. Desde hace más de 140 años el cañón de Grič que alberga la torre,
marca el mediodía con un cañonazo (N. de la T.).
* Pasaje de Octágono, la Plaza de
Flores - Localidades en
Zagreb (N. de la T.).
De la colección Día mundial de la soledad /Svjetski dan
samoće
Traducción:
Željka Lovrenčić}
Dunja Detoni -
Dujmić (Križevci, 1941) se graduó en literatura comparada y letras inglesas. Se
doctoró en 1977. Trabajaba como redactora en el Instituto Lexicográfico Miroslav Krleža y en la casa editorial Školska knjiga (El libro escolar). Desde
el año 1970 varias revistas croatas publican sus reseñas, ensayos y poemas.
Escribe ensayos sobre la literatura moderna croata y las relaciones literarias
croatas con escritores anglosajones. Ha escrito varias monografías sobre escritores
croatas; también es autora del primer libro de la historia de la literatura
femenina croata desde el año 1800 hasta el 1945 Ljepša polovica književnosti (La más bella mitad de la literatura,
1998) y del libro Lijepi prostori
(Bellos espacios, 2011) sobre las escritoras croatas desde el 1945 hasta el
2010. Su libro Mala noćna čitanja
(Pequeñas lecturas nocturnas, 2017) contiene setenta críticas sobre las novelas
croatas publicadas desde el año 2011 hasta el 2015. Ha publicado cinco libros
de poesía. Sus poemas han sido traducidos al español, inglés y búlgaro. Ha
recibido varios premios por su poesía, ensayos y crítica literaria, así como
por su trabajo lexicográfico.
(Ž. L.)
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